[vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]Andrea Rodríguez Martínez[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]

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¿Qué es el Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad?

Parte II

 

El papel del profesor

El hecho de que un niño sea muy inquieto o se distraiga con facilidad en clase, no es motivo suficiente para considerar que realmente padezca el trastorno del TDAH. Es fundamental que los profesores reciban información y, más aún, formación de calidad sobre este trastorno para poder trabajar con el niño y saber cuáles son realmente sus dificultades.

Sin embargo, resulta necesario destacar que los maestros no deben extralimitarse en sus funciones ni pueden ser ellos quienes otorguen un diagnóstico al niño. Ante la sospecha de un posible TDAH o de otro posible trastorno o dificultad, los docentes deben poner en marcha los protocolos correspondientes, donde el diagnóstico solo podrá establecerlo un profesional conocedor del tema, bien desde el campo de la Medicina como un neuropediatra, o bien desde el campo de la Psicología, como un psicólogo clinico o neuropsicólogo.

Una vez diagnosticado un alumno con este trastorno, la pregunta es ¿cómo se enfrenta el profesor a estos niños? Es importante tener en cuenta que un niño con TDAH en el aula es, normalmente, un reto, ya que la mayoría de ellos poseen un rendimiento académico inferior al resto de sus compañeros, debido a la propia sintomatología que conlleva este trastorno. Esto no quita que pueden tener una gran capacidad intelectual (este trastorno no afecta a la inteligencia) pero no debemos olvidar que esta capacidad va a estar mermada por sus problemas emocionales, teniendo en cuenta que estos niños son además muy inestables.

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Además, tal y como comenté en la primera parte del artículo, el TDAH puede estar asociado a otras dificultades o trastornos propios del aprendizaje; sobre todo ante tareas de lectura, comprensión, escritura, cálculo y matemáticas.

Por lo tanto, en cuanto el profesor conozca que uno de sus alumnos está diagnosticado con este trastorno, debe replantear su programación docente y efectuar las adaptaciones necesarias, teniendo en cuenta el tipo de TDAH que presente el niño, ya que la intervención necesaria para el TDAH de tipo inatento, difiere del que requiere el de tipo impulsivo, hiperactivo o combinado, y viceversa. De hecho, los retos que plantea cada uno de ellos en el aula son muy distintos: desde las constantes interrupciones del niño impulsivo o hiperactivo (ya sea porque el primero no deja acabar al profesor la pregunta o la explicación, o porque el segundo se levanta constantemente de su silla), al despiste y la distracción continua del niño inatento.

Por todo ello, es necesario que el profesor conozca la situación del alumno profundizando en el conocimiento del trastorno, así como acceder a programas de formación para profesores. De igual modo, establecer una relación/vínculo positivo con el niño será fundamental para él ya que necesita de apoyos positivos, confianza y ánimos. También es fundamental que el docente trabaje en la autoestima del niño porque más del 50% de estos niños presentan problemas emocionales, de inseguridad y/o de desconfianza. Para ello es necesario que el profesor acepte sus dificultades, tratándolas con normalidad; que identifique sus esfuerzos y logros; y que modifique su lenguaje, utilizando siempre (tanto a él como a los demás alumnos) connotaciones positivas. Por ejemplo, a la hora de comunicarse con el alumno sobre una actividad, en vez de decirle «bien, pero lo puedes hacer mejor», es preferible usar expresiones como: «muy bien. la próxima vez intenta mejorar esto»; es decir,  cambiar los mensajes negativos por mensajes de ánimo para el futuro.

El professor, a su vez, debe promover actividades y tareas donde el alumno con TDAH pueda destacar positivamente a los ojos del grupo, destacanado sus destrezas y potenciando la integración social dentro del grupo/clase.

Y por último, es imprescindible que el docente mantenga una colaboración positiva con las familias y una misma línea de actucaión con ellas, así como un trabajo colaborativo con los demás profesionales educativos.

Estrategias para el éxito en el aula: “Encuentra sus virtudes, no sus defectos”

Casi todos los niños encuentran en el aula dificultades a la hora de hallar apoyos, resolver problemas, relacionarse de forma correcta con sus compañeros y profesionales educativos, controlar sus impulsos, mantener un comportamiento y grado de atención adecuados, responder correctamente a los objetivos curriculares y expresar de forma clara sus necesidades.

Dadas estas dificultades, la necesidad de poner en práctica estrategias y habilidades en el aula se hace fundamental para alcanzar el objetivo de que los niños superen estos retos y que éstos no se conviertan en grandes muros que los diferencien de los demás y los dejen atrás.

Sally Shaywitz y el Dr. Russell Barkley nos aportan una serie de estrategias y consideraciones básicas para utilizar en nuestras aulas y que en Estados Unidos se utilizan con éxito:

  • Reforzar los progresos del niño con frecuencia.
  • Utilizar recompensas tangibles, alcanzables.
  • Cambiar periódicamente esas recompensas.
  • Limitar o reducir las tareas, que éstas sean más cortas.
  • Ser consciente de la dificultad específica del alumno, es decir, aceptarlo tal y como es sin poner etiquetas.
  • Hacer entender a sus compañeros la problemática que presenta este niño, haciéndoles cómplices y solicitándoles su colaboración para ayudarle.
  • Existencia de una comunicación visual directa con el niño (por ejemplo sentarlo cerca del profesor)
  • Enseñar estrategias de solución de problemas.
  • Informar de modo inmediato sobre cómo se está haciendo la tarea (feedback)
  • Prever las probables dificultades y tener preparado un plan para superarlas.
  • Encomendarle tareas o actividaes a lo largo del día, como ser el encargado de borrar la pizarra o ir a llevarle un material algún profesor.
  • Ayudarle a usar la agenda, supervisando que haya anotado todo lo que tiene que hacer para el día siguiente, y utilizarla como medio de intercambio de información con los padres.
  • Ofrecerles una mayor libertad de movimientos y de expresión, ya que cuanto más se puedan mover, mejor aprenderán.
  • Impartir clases interactivas y amenas.
  • Permitir que de vez en cuando trabaje con un compañero o amigo.
  • Utilizar siempre un lenguaje positivo dirigiéndose a ellos con cariño y comprensión.
  • Practicar unos minutos de relajación en el aula tras actividades que hayan requerido un mayor movimiento o interacción.
  • Colocar la información importante a la vista (autoinstrucciones)
  • Hacer el proceso de aprendizaje tan concreto y visual como sea posible.
  • Ofrecerle más tiempo para que termine sus actividades y ayudarle a ir controlando el tiempo del que dispone para cada actividad.
  • Crear un clima de confianza en clase donde se favorezca la ayuda mutua y la colaboración entre compañeros.
  • Apostar por un sistema de evaluación continua que verdaderamente tenga en cuenta el trabajo, el esfuerzo y los resultados de aprendizaje que el niño va adquiriendo progresivamente en el aula.
  • Prestar mayor atención a las conductas positivas de estos niños ya que por norma general se suele atender más a las conductas negativas.

Así pues, la labor educativa es una tarea difícil y exigente, en la que todos somos conscientes de los retos de la docencia en la actualidad y de las arduas condiciones en las que los profesores desarrollan su profesión con un alumnado tan diverso. Pero la experiencia es que, si estos niños han sido bien diagnosticados y en especial con un diagnostico acertado y a tiempo en edades tempranas, salen adelante e incluso pueden llegar a evitar consecuencias más graves en la adolescencia y en la edad adulta. Esto, siempre y cuando haya un tratamiento acorde a sus necesidades pedagógicas, emocionales y conductuales, y un buen acompañamiento escolar y familiar.

Estos maestros que cuentan en calse con alumnos con TDAH deben, en cualquier caso, adaptar su metodología y enseñanza a las necesidades que presentan cada uno de ellos, sin olvidar que el resto de niños también tienen sus propias necesidades educativas personales, que igualmente deberán ser atendidas. La diversidad siempre debe ser entendida y tomada como un elemento enriquecedor de la enseñanza, del que poder aprender y compartir. Solamente entendiendo esta premisa y enseñando que todos somos diferentes, se puede crear un clima de respeto y confianza en el aula que comprometa a los alumnos con su propio proceso de aprendizaje y con el de sus compañeros.

Todos somos genios pero, si juzgamos a un pez por su habilidad para escalar un árbol, pasaremos la vida pensando que es estúpido.”  Albert Einstein

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Andrea Rodríguez Martínez

Diplomada en Educación Infantil.
Licenciada en Psicopedagogía.
Amplia experiencia docente en enseñanza infantil y primaria.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row]