Las personas con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) suelen presentar problemas de atención y concentración, conductas impulsivas o ser excesivamente activos. En algunos casos, estos síntomas dificultan su rendimiento escolar o su vida diaria por lo que es necesario, además de un abordaje conductual y psicopedagógico, recurrir a un tratamiento farmacológico.

Existen dos tipos de medicamentos para tratar el TDAH: los fármacos estimulantes y no estimulantes. Su diferencia radica en el mecanismo de acción, es decir, dónde actúan a nivel de neurotransmisores y el efecto que tienen. «De primera línea, solemos usar los estimulantes, pero en determinados casos, individualizando al paciente, podemos ir a los no estimulantes», explica Diana Ghandour, neuropediatra de Hospitales Vithas Madrid.

De esta forma, se podría recurrir a los fármacos no estimulantes en el caso de personas que «responden mal a los estimulantes porque éstos tienen un efecto insuficiente, aparecen o empeoran los tics, producen nerviosismo, insomnio o hipertensión». Además, puede indicarse en casos «en los que se introduzca un estimulante como primera línea y produzcan un empeoramiento de la conducta».

¿Para qué sirve la atomoxetina?

La atomoxetina es uno de los medicamentos dentro del grupo de los no estimulantes. No es de los fármacos más utilizados para tratar el TDAH ni es tan efectivo como otros estimulantes como el metilfenidato, asegura la neuropediatra, pero puede ser una buena alternativa, sobre todo en «personas con mucha labilidad emocional, mucha irritabilidad, ansiedad o insomnio». También en patologías como el síndrome de Gilles de la Tourette, «que presentan tics que no han mejorado con fármacos estimulantes».

Este medicamento mejora la concentración y la conducta. Además, «mejora el estado anímico, al disminuir la ansiedad y la irritabilidad». Esto repercute directamente en la calidad de vida del paciente, explica Ghandour: «Toda la medicación que va dirigida al TDAH lo que busca es mejorar la calidad de vida del niño, a través de mejorar su capacidad de concentración, disminución de conductas impulsivas y mejorar la interacción con su medio, tanto en el colegio, como en casa. Con todo ello, se centra más y su rendimiento escolar, su integración con el medio, es mucho mejor».

¿Cómo y hasta cuándo se toma?

La atomoxetina se comercializa a través de dos marcas: Strattera, de la farmacéutica Lilly, y Dezaprex, de Pharmathen. El fármaco está indicado para personas mayores de 6 años y se administra por vía oral, en forma de pastillas o jarabe.

«Según la evolución de cada niño, se puede ir valorando retirar según el rendimiento, la situación emocional y la conducta»

Al tratarse de un medicamento de liberación prolongada, sus efectos duran entre 12 y 24 horas en el organismo. «Se puede tomar dos veces al día, mañana y noche, o incluso una vez al día», afirma la neuropediatra. Además, la dosis se va aumentando de forma semanal según el peso del niño hasta alcanzar la dosis adecuada. Los efectos de este fármaco no son inmediatos y llegarán a las tres o cuatro semanas del inicio del tratamiento: «Esa demora es importante avisarla».

Asimismo, el médico deberá tener en cuenta que el paciente no presente problemas hepáticos, en cuyo caso «habrá que ajustar la dosis». Por otro lado, irá valorando si es adecuado indicar su administración a largo plazo. «El TDAH es dinámico, la capacidad atencional puede mejorar conforme madura en el niño, pero no desaparecer, entonces siempre hay que ir adecuándolo a la madurez del niño. No es un medicamento para un mes o dos, una vez se empieza debe tomarlo mínimo hasta verano y depende qué clase de TDAH y cómo se encuentra emocionalmente, cómo se centra o comporta, se suele mantener incluso en verano. Según la evolución de cada niño, se puede ir valorando retirar según el rendimiento, la situación emocional y la conducta», explica Ghandour.

¿Qué efectos secundarios tiene?

Como cualquier otro medicamento, la atomoxetina puede tener en cada paciente unos efectos tanto positivos como negativos. Los principales efectos adversos que existen son «problemas a nivel intestinal, cansancio, cefalea, incremento de la tensión y de la frecuencia cardiaca, somnolencia o insomnio, aunque este último es menos frecuente que con el uso de los fármacos estimulantes».

Además, puede causar falta de apetito. En estos casos, señala Ghandour, «hay que ver si se puede bajar la dosis y ya con eso se abre el apetito». «En todos los casos de disminución de ingesta, se evalúa en consulta los hábitos de alimentación en domicilio, se realizan encuestas dietéticas para valoración del tipo cantidad y variedad de la ingesta. Si vemos que es claramente efecto adverso del fármaco y no que esté haciendo una dieta inadecuada se cambia de medicamento y, si vemos que no se puede y es el que mejor le ha ido, se mantiene, pero se manda a un gastroenterólogo infantil especializado en nutrición o a un endocrino para que le siga una dieta personalizada de cara a aumentar calorías. Es importante también valorar la talla en cada revisión».

«Hay que hablar con las familias y explicarles los efectos secundarios. También debemos saber en qué punto están a nivel de apoyos neuropsicológicos»

No obstante, la neuropediatra señala que «en niños con TDAH hay mucha ansiedad y mucha de esta ansiedad se calma comiendo. Hay una diferencia clara entre antes de comer con la medicación y sin la medicación, y muchas veces no es porque no coma, sino que están comiendo con menos ansiedad», aclara. Además, existen casos en los que su dieta es «muy restringida y muy arbitraria en horarios, cantidad y contenido». Estos hábitos pueden influir en esta disminución de apetito.

En cualquier caso, subraya Ghandour, es importante tener en cuenta que la mayoría de los efectos adversos de la atomoxetina se producen en el periodo de adaptación, ya sea al inicio de la administración del fármaco como en los cambios de dosis. «Si se va haciendo un aumento paulatino sienta mucho mejor», explica.

La importancia del abordaje psicopedagógico

A la hora de indicar atomoxetina, al igual que cualquier otro fármaco, será importante la comunicación con las familias. «Hay que hablar con ellas y explicarles los efectos secundarios. También debemos saber en qué punto está el paciente a nivel de apoyos neuropsicológicos o pedagógicos, por si estamos a tiempo también de implementar en esa dirección», señala.

«Cuanto mejor sea la atención no médica, una adecuación en horarios de estudio, comidas, deporte y sueño, la cantidad de fármaco será menor también y mejor será la respuesta»

En el abordaje del TDAH será importante combinar el tratamiento farmacológico «con las terapias y con el apoyo del colegio. Lo ideal es que haya una coordinación entre colegio, padres, gabinetes o centros a los que vayan y el especialista que esté llevando la medicación, en caso de que hiciera falta».

En algunos casos, comenta la neuropediatra, «con medidas de adecuación en el colegio y en casa y algún apoyo, los que tienen una sintomatología leve van a ir bien y no va a hacer falta iniciar una medicación». Sin embargo, en niños en los que «el rendimiento escolar esté muy por debajo de su capacidad y no se consiga mejorar con la terapia no farmacológica o que el rendimiento sea mucho menor y provoque una frustración muy grande o que la alteración de conducta sea severa asociada a las dificultades» será conveniente recurrir a la terapia farmacológica. No obstante, subraya, «cuanto mejor sea la atención no médica, una adecuación en horarios de estudio, comidas, deporte y sueño, la cantidad de fármaco que hay que administrar será menor también y mejor será la respuesta».