Cuando se dice que “los niños son crueles”, fundamentalmente se refiere a su capacidad para señalar defectos, a veces sin darse cuenta del daño que hacen con sus comentarios.  Otras veces, sin embargo, lo hacen con conocimiento de causa.  Este es el caso de los niños que se burlan de otros niños más débiles, sólo por ser diferentes de los demás.

Como padres debemos ser conscientes de que esto puede llegar a suceder, especialmente si tenemos un hijo con necesidades especiales.  Por esta razón, lo mejor es mantener una actitud de supervisión constante a cualquier cambio anímico que se produzca en el pequeño, o si, de un día para otro, comienza a dar signos de querer evitar el colegio.  Podría haberle pasado algo que le haya afectado:  con independencia de que sea o no relevante, (podría tratarse sólo de una broma), lo importante será cómo lo viva él subjetivamente, y la lectura que le dé.

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Detectemos las burlas a tiempo

La detección es el primer paso para la intervención, y poder terminar con un problema potencial de raíz.  Así podrás detectar si el niño está padeciendo burlas por parte de otros compañeros:

– Tú, que conoces bien a tu hijo, estate atento a cualquier cambio anímico o a comentarios atípicos acerca del colegio o sus compañeros.

– Analiza la situación junto al niño, generando con él una comunicación fluida en la que se sienta protegido, y nunca juzgado o temeroso de posibles represalias.

– Transmítele interés en su problema, sin minimizarlo pero sin hacer aspavientos:  una reacción exagerada le hará absorber nuestra propia ansiedad, y ya bastante tiene con la suya.

– Tómate un buen rato:  siéntate con el niño para que te lo cuente todo.  De este modo se sentirá arropado y nuestro interés en sí mismo ya será terapéutico y un alivio para él, en la medida en que sienta que la situación comienza a estar en vías de solución.

– Analiza la situación en conjunto, haciéndole las preguntas necesarias para llegar a una versión lo más real posible de la situación, no sesgada por las emociones de un niño angustiado o por una incapacidad de lectura del niño a causa de su trastorno.  Con este análisis sabrás si, por ejemplo, nuestro hijo se enfrenta a una simple broma o, por el contrario, tiene un cariz grave.

–  Busca una solución junto con él, o al menos, tratar de ofrecerle una propuesta de acción tras haber analizado juntos lo que está sucediendo realmente.  De este modo el niño se sentirá capaz de resolverlo él mismo.  Ayudará el hacerle preguntas, incluso en modo de diálogo socrático, para que él mismo llegue a la solución.  “¿Y cómo crees tú que podrías resolver esta discusión”?  “¿Qué le aconsejarías que hiciera a tu mejor amigo?”

– Llega a un compromiso con el niño:  que sepa que vas a hacer algo.  Por ejemplo, ir al colegio a hablar con el profesor.  O llamar al padre del compañero que se ha burlado de él. De este modo le daremos tranquilidad.

– Será muy importante cumplir siempre con nuestra palabra para darle confianza.  Faltar a ella sería muy grave:  empeoraría el problema, el niño se sentiría engañado, además de solo, y no volvería a confiar en nosotros.

 

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Estrategias para combatir las burlas

Para tranquilidad de los padres, existen algunos “trucos” o “estrategias” que podemos enseñarles en casa.  De este modo sabrán cómo reaccionar ante el abusón o ante el que se burla de ellos.

– Enséñale, en primer lugar, el precepto de “palabras necias, oídos sordos”. Se trata de intentar que identifique las frases hirientes y que dejen de afectarle.

– Practicar en casa con nuestro hijo, a ser posible empleando el humor, e incluso dotándole de respuestas ingeniosas y automáticas.

– Dar signos de que no nos duele o afecta la burla o el insulto.   Así, ante un  “Eres feo”, responder con un “¿Y?” o, ante un “Eres gordo”, “¿Y?”

– Intentar que el niño no busque la aprobación de los demás a toda costa, ni que pierda el tiempo con compañeros que les menosprecien o hagan sufrir.  Mejor que haga otros amigos y evite a los niños ofensivos.

– Enseñarle a identificar sus emociones sin manifestar sus consecuencias.  Esto se consigue a través de la meditación y el Mindfulness, una práctica algo que se reconoce como muy positiva tanto para niños como para adultos en la gestión de emociones y el control de impulsos, ayudando también a evitar la ansiedad y la depresión.

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