Ahora que estamos pasando todo nuestro tiempo en casa, ahora que vivimos nuestro hogar, tenemos la oportunidad de ser más conscientes de nosotros mismos, de nuestra familia, de cada uno de los miembros que forman esta unidad que normalmente echamos de menos, y sin embargo ahora parece ahogarnos.

El estrés que nos generaba la organización de las agendas, la conciliación laboral y familiar, nos llevaba a estar inmersos en automatismos que nos restaban habitualmente calidad y atención a las tareas que hacíamos y, sobre todo, a aquellos momentos que compartíamos con otras personas, más aún con la familia, nuestros hijos.

En este confinamiento, seguimos con el mismo estrés por conciliar, teletrabajo y niños no es muy fácil, por lo que crear una buena agenda para todos nos va a permitir estar más presentes en cada una de las actividades que realicemos en nuestro día a día, aunque las realicemos todas en casa. Parece lógico darse cuenta de que atender varias cosas a la vez, no contribuye a que las tareas a la que intentamos prestar atención y dar respuesta, se completen adecuadamente y, si somos capaces de hacerlo, cómo nos estamos sintiendo durante el proceso.

Permanecer plenamente atentos implica PERCIBIR nuestras emociones y sensaciones sin juzgarlas, aceptándolas. Notar qué REACCIONES se suscitan en nosotros, SENTIR cómo van modificándose nuestros estados de ánimo durante la jornada, ACTUAR de forma consciente, concentrándonos en cada caso en una sola actividad y estando PRESENTES Y ATENTOS a las necesidades propias y de las personas con las que interactuamos, sobre todo con los niños.

El Mindfulness implica tomar conciencia de que la vida, nuestro día a día, es como un puzzle de momentos presentes, nuestro hogar es el momento actual y que, si no somos capaces de vivir aquí y ahora, tampoco podremos serlo mañana, ni pasado. Este enfoque práctico nos permite acceder a beneficios numerosos:

  • Aumentar la concentración.
  • Reducir automatismos.
  • Lograr un mejor control de pensamientos, emociones y conductas.
  • Disfrutar más del momento presente.
  • Efectos físicos saludables: relajación, mejora de la respiración, regulación de la presión arterial, potenciación del sistema inmunitario…
  • Cambios positivos a nivel neurobiológico.

Para acercaros a esta práctica consciente, os vamos a dar algunos ejemplos de cómo integrar algunos de sus principales objetivos en nuestra realidad:

  • ACEPTACIÓN, ya que esta situación no la he elegido y, aunque no me guste, debo atenderla porque es importante y urgente para el bien de todos. Nos ayudará encontrar la motivación en el propio cuidado y de todo nuestro entorno, esto podemos reflexionarlo con los niños. Podemos jugar a buscar alguna cosa positiva que están ganando quedándose en casa, como por ejemplo andar descalzo todo el día, pasar más tiempo con papá y mamá, no tenemos que madrugar tanto,…etc.
  • AGRADECIMIENTO, entendido como la acción de enfocarse en todo aquello que no hace sentir afortunados en nuestra rutina. Valorar en familia la importancia de aspectos tan básicos de la vida como la salud, la unidad en este momento y después, poder estar en contacto con nuestros seres queridos… usar expresiones como “afortunadamente…” “por suerte…”, nos ayudan a relativizar la carga emocional negativa que nos viene dada y así poyarnos en los aspectos más positivos. Practicar el agradecimiento es un ejercicio terapéutico que podemos convertir en juego, dedicar un espacio donde cada día (a la mañana para motivar la jornada, o en la noche a modo de reflexión sobre lo mejor que nos ha pasado), escribamos algo por lo que sentirnos afortunados. Para los más pequeños, algo como “hoy voy a comer mi plato favorito” o “voy a ver a los abuelos por videollamada a la tarde” serían un ejemplo de práctica adaptada.
  • AMOR en relación con la afectividad no sólo que sentimos en la familia, sino también cómo saber demostrarla y expresarla adecuadamente. Decir palabras bonitas, tener gestos con el otro, de cuidado, de confidencias, mostrar empatía y hacernos el día a día más fácil entre todos.
  • PRESTAR ATENCIÓN a lo que hacemos con consciencia, más despacio, notando las sensaciones físicas y los estados de ánimo que nos produce lo que estamos haciendo. Ser más flexibles con los tiempos, en este momento no somos tan esclavos del reloj, no todo el día por lo menos. Dejar a los niños expandirse más en aquellas actividades que les gustan y postergar otras, siempre y cuando no sea una interferencia para los demás. Diseñar un buen horario, nos permitirá a todos prestar mejor atención a las tareas de una en una, este aprendizaje de planificación es esencial para dejar a un lado las prisas y el estrés, saber priorizar lo urgente y lo importante, lo que nos preocupa y o que nos ocupa de manera eficaz. Enseña a tus hijos a elaborar su plan semanal de actividad del cole, de juegos solos y acompañados, participación en las tareas del hogar… le hará sentir seguro y desenvolverse con más calma y autonomía.

Los niños no necesitan relojes, sólo los adultos los necesitan, aprendamos a parecernos en esto a ellos. Seamos conscientes de si nuestra vida de adulto utiliza el reloj para manejar el tiempo a nuestro favor, o si, por el contrario, nos marca la vida de una manera dependiente, que sólo responden a necesidades externas.

Si conseguimos que desde edades tempranas nuestros hijos aprendan a vivir de un modo más consciente, estaremos contribuyendo a educar personas libres y responsables, más capaces de controlar su vida y, en definitiva, ser felices incluso en situaciones adversas.

Carolina Pérez Ruiz
Coach Educativa
Especialista en inteligencia emocional