[vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]Andrea Rodríguez Martínez[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]

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Los ojos de Andrea

 

Semana 7

El domingo pasado tuve la ocasión de ir a comer con Pepe y sus amigos del colegio y con ello la oportunidad, un vez más, de poder trasmitiros mis percepciones. David y Sally son sus dos mejores amigos de clase. Ellos también tienen muchas dificultades en el aprendizaje debido a la principal consecuencia de sus enfermedades, el trastorno del lenguaje.

Cada uno vino acompañado de sus padres y sus hermanos. David es el mayor de 3 hermanos (el mediano tiene síndrome de Asperger) y Sally tiene un hermano pequeño de 3 años que posee un trastorno severo del lenguaje que le impide comunicarse verbalmente y por ello se relaciona a través de gestos y expresiones faciales.

Me sentía inquieta, curiosa, con ganas de saber, de observar; y en mi cabeza se repetían las mismas preguntas una y otra vez: ¿cómo será la forma de interactuar de estos niños?, ¿tendrán las habilidades sociales suficientemente adquiridas? O ¿qué tipo de comportamiento tendrán cuando no están en el colegio o en casa?.

Mi gran sorpresa fue cuando, después de una hora en el restaurante, Pepe y David seguían sentados en sus sillas. Es decir, habían jugado, comido y conversado solos, ¡ellos solos! Me quedé fascinada y asombrada con la interacción que tuvieron.

En cambio, a Sally le costó mucho más adaptarse ya que no fue capaz de estar sentada más de dos minutos,  se movía mucho, con el tono de voz bastante elevado, sin poder entender lo que decía y sin apenas interaccionar con sus amigos Pepe y David. Quizás para ella fue un ambiente con demasiados estímulos ya que había mucho ruido y bastante gente en el restaurante.

La mayor parte de estas enfermedades tienen como características principales las alteraciones en la conducta, el déficit de atención, la hiperactividad, los problemas de lenguaje comprensivo y expresivo… sin nombrar la anormal actividad eléctrica cerebral que poseen algunos niños con enfermedades raras.

No obstante, ¿de verdad los chicos a los que yo estaba contemplando eran niños diagnosticados con un trastorno de este tipo? Dicho de otra manera, ¿es posible que los niños con dificultades y necesidades especiales pueden llegar algún día a ser niños “normales”, aunque sea en algunos aspectos de la vida o en determinadas situaciones? La respuesta es SÍ, claro que es posible.

Me quedo maravillada con la plasticidad que tiene el cerebro, con la capacidad de adaptación que estos niños, en este caso Pepe puede llegar a tener con sus iguales y con los que no son como él; y todo ello como consecuencia de la gran labor de los colegios, de los terapistas y de las familias.

Gracias al sistema de trabajo tan personalizado que los centros aportan y a la manera que tienen de  trabajar con cada uno aquellas habilidades que realmente ellos necesitan, estos niños salen adelante.

Pero detrás de toda esta labor no solo está la escuela, sino también el gran trabajo que hacen las familias en casa. Yo siempre he considerado que los padres son los primeros y principales educadores y profesores de sus hijos ya que como padres tienen la gran responsabilidad de trasmitirles en todo momento valores, confianza, seguridad, optimismo, capacidad resolutiva, actitudes como el espíritu de lucha… y siempre sirviéndoles de ejemplo. Los niños son muy sensitivos y por ello son grandes imitadores. Ellos reflejan lo que ven y viven cada día. Si los padres son positivos, ellos también lo serán. Si los padres motivan a su hijos, ellos serán capaces de conseguir muchas más cosas. Lo importante siempre es sonreírles, admirarles, estimularles, premiarles el esfuerzo y no sus resultados, y de esta manera conseguiremos que crean en sí mismos y puedan alcanzar todo lo que se propongan. Educar no es solo trasmitir conceptos; educar abarca mucho más que eso.

Con estas palabras no estoy diciendo que con total seguridad un niño con un trastorno o una enfermedad rara pueda, por ejemplo, adaptarse al entorno o mejorar en sus habilidades sociales sólo porque sus padres lo hagan lo mejor posible, ya que hay veces que esto no sucede, como es el caso de Sally; pero si ayuda. Por lo tanto,  es importante  que tanto la familia como los profesionales caminen de la mano en la misma dirección aportándole al niño una base sólida de confianza.

Estos niños presentan diferentes retos día a día y Sally, en aquel momento, no los logró; pero esto no supone que los padres no luchen; ellos siempre tienen el deseo de que, aunque sea poco a poco, ella logre cada vez más objetivos.

Por todo ello, me encantan todos esos niños que luchan cada día por ser mejores porqué al lado de ellos hay un gran equipo de personas que logran que esta lucha pueda llevarse a cabo.

¡Admirable!

“Un niño que no se siente querido difícilmente puede ser educado”  Johann Pestalozzi.

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Andrea Rodríguez Martínez

Diplomada en Educación Infantil.
Licenciada en Psicopedagogía.
Amplia experiencia docente en enseñanza infantil y primaria.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row]