[vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text responsive_align=»left»]Andrea Rodríguez Martínez[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]

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Lengua de signos, una gran herramienta de comunicación

 

Hoy me gustaría hablar sobre un tema que está haciendo mucho eco en nuestra sociedad actual y que, a grandes pasos, se está abriendo paso para quedarse. Muchas de las familias y escuelas infantiles de nuestro país ya están utilizando esta herramienta y sus grandes beneficios. Me refiero a la lengua de signos española, entendida como herramienta para facilitar y agilizar la comunicación con los más pequeños durante ese período en el que aún no saben hablar.

Para llevar a cabo este artículo me voy apoyar en numerosos autores y en un fabuloso y práctico manual de la Fundación CNSE llamado “Entiéndelo antes de hablar”.

Sabemos y todos estaremos de acuerdo en que la base de toda relación humana es la comunicación. Pues bien, desde el momento que nacemos ya estamos preparados y predispuestos a querer ser entendidos y entender a los que nos rodean.  Los bebés patalean, se ríen, lloran, balbucean… y lo hacen porque en cada acción nos están transmitiendo algo. El hecho de que aún no sepan hablar, no significa que no haya actividad mental en sus cerebros. De hecho, numerosas investigaciones demuestran que los niños, desde muy pequeños, están capacitados para comunicarse mucho antes de estar preparados para hacerlo. En otras palabras, los bebés no están preparados para hablar ya que sus órganos fonadores (aquellos que intervienen en la articulación del lenguaje) no están listos para producir el habla ya que se desarrollan poco a poco, pero sí están preparados para comunicarse.

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El proyecto de la lengua de signos no surge de la nada sino que se llevó a cabo en EEUU en los años 90 tras numerosas investigaciones y experiencias. Actualmente, ya se ha implantado también en muchos países como Gran Bretaña, los Países Bajos, Australia y Sudáfrica.

No se trata de aprender una lengua sin más, sino de utilizar un conjunto de signos para facilitar la comunicación con los más pequeños. Si un niño aprende a decir hola con la mano mucho antes de poder vocalizar la palabra, de la misma forma podrá aprender a decir me duele el oído mediante la lengua de signos antes de poder expresar ese sentimiento verbalmente.

Todo comienza cuando en el siglo XVII,  un lingüista americano llamado William Dwight observó que los hijos de padres sordos se comunicaban antes que los que nacían en familias oyentes. Pero, lamentablemente, esta observación cayó en el olvido durante mucho tiempo.

Mucho después, en el año 1982, la Dra. Linda Acredolo observó como su propia hija hacia gestos rudimentarios para referirse a objetos que llamaban su atención pero cuyas palabras todavía no sabía decir. Linda, junto con su compañera de oficio la Dra. Susan Goodwyn decidieron investigar si eso les sucedía también a otros bebés oyentes. Y, efectivamente, así era.

De esta manera, se embarcaron en una investigación (financiada por el Instituto Nacional de Salud) que duró unos 10 años en la que analizaron a 140 familias con niños de 11 meses, divididas en dos grupos:  uno formado por familias que usaban lenguaje de signos y otro formado por familias que no lo usaban. Increíblemente, con dos años de edad, los niños de las familias que sí usaban este lenguaje, desarrollaban la lengua oral antes que aquellas que no lo usaron, demostrando habilidades  verbales tres meses por delante de los demás. Y descubrieron también que a los ocho años de edad, los niños que usaron un lenguaje de signos, mostraban un cociente intelectual 12 puntos por encima de aquellos que no lo usaron.

Tras esta increíble investigación y con unos resultados muy positivos, en el año 1996 Linda y Susan publican su primer libro titulado “Baby signs: How to talk to your baby before Your baby can talk” que se convirtió en un best seller. De hecho, en EEUU y en otros países del mundo, como decía al principio del artículo, el fenómeno de Baby Sign es imparable y cada vez son más las familias y centros infantiles que optan por utilizar esta herramienta en su día a día con los más pequeños ya que se obtienen resultados muy positivos tanto para ellos cono para los adultos que los rodean. Asimismo, y como una prueba del éxito, en algunos países ya existe la posibilidad de formarse como experto e incluso obtener un Título de Instructor para poder impartir clases en centros infantiles.

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Con respecto a la utilización de la lengua de signos, son innumerables las ventajas y beneficios que conlleva el uso de ésta durante los primeros años de vida de los niños. Está claro que nadie duda de que la comunicación entre unos padres y su hijo se establece prácticamente desde el primer momento pero, ¿porque no beneficiarnos de las nuevas herramientas y recursos que encontramos a nuestro alrededor?

• Potencia el aprendizaje de la lengua oral. El uso de la lengua de signos con los más pequeños no supondría un retraso en la adquisición de la lengua oral, sino al contrario, la potenciaría. El Dr. Burton White llega a la conclusión de que aquellos niños a los que se les enseña  una lengua de signos poseen alrededor de 75 signos de vocabulario con nueve meses mientras que un niño “típico” de esa edad conoce menos de diez palabras. Gracias a la lengua de signos, los niños acceden a los conceptos de las cosas antes de poder llamarlas por su nombre.

• Favorece la adquisición de nuevas lenguas. Esto no es algo nuevo. El hecho de que un bebé expuesto a dos lenguas diferentes de pequeño está más preparado para la adquisición de otras lenguas es algo que ya se ha estudiado con niños bilingües de lenguas orales. Tal y como recoge en una cita el Dr. Joseph García “los niños que utilizaron lengua de signos en edades tempranas mostraron un entendimiento de la sintaxis del inglés por encima de la media respecto a aquellos que no la usaron”. Esto quiere decir que el hecho de utilizar signos de la lengua de signos española, ayudará a comprender y aprender la estructura de otra lengua.

• Potencia el desarrollo de las capacidades visuales y espaciales. El carácter visual y gestual propio de las lenguas de signos estimula en los más pequeños el desarrollo de la psicomotricidad y la atención visual, así como ayuda al conocimiento y control del espacio que les rodea. Este último les será de gran utilidad a los niños  en aprendizajes posteriores (concepto de espacio)

• Fácil de aprender y usar. Son muchos los que se interesan por este nuevo método de comunicación pero les preocupa la forma de aprenderlo. Sin embargo aunque no se conozca la lengua de signos ni a personas sordas usuarias de esta lengua, no significa que no se pueda aprender. No se trata de aprender una lengua en sí sino de beneficiarse de la utilización de un conjunto de signos seleccionados por nosotros mismos. Hay muchas maneras sencillas de aprenderlo, desde leyendo manuales hasta realizando algún curso. Y respecto a la facilidad o dificultad de realización de los signos por parte de los niños, existen estudios sobre la adquisición del lenguaje que apoyan científicamente el hecho de que los niños tienden a producir sus primeros signos simbólicos antes que sus primeras palabras.

• Refuerza los vínculos afectivos padres-hijos. Este beneficio no es propio del uso de la lengua de signos con bebés, sino inherente a las relaciones personales en general. Está claro que cuanto más tiempo se pase con una persona, más se comunicará con ella y más momentos se compartirán juntos y más vínculos afectivos se crearán.

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• Evita frustraciones. Si se dota a los niños con una herramienta que les posibilita poder comunicarse con nosotros durante ese período en el que aún no pueden hacerlo hablando, se estará evitando frustraciones por su parte. Bien es cierto que sin frustración no hay aprendizaje, pero en este caso se trata de utilizar dos canales diferentes que no tienen porqué ser excluyentes sino complementarios para poder enriquecerse mutuamente.

El objetivo final de todo este proceso es que se mejore la comunicación con los más pequeños y que le saquemos partido a todas las ventajas explicadas anteriormente. Así, tal y como dice el Dr. Maylin Daniels, las investigaciones demuestran que, si en primer lugar se enseña la lengua de signos propia del país, la compresión oral se verá mejorada.

Los destinatarios de este método son los niños de 0 a 3 años. Una vez el niño adquiera el habla, en principio los signos ya no son necesarios para la comunicación, pero está en manos de las personas que normalmente se comunican con el niño el seguir usándolos o no.

En determinadas situaciones en las que no se puede o debe hablar es imprescindible destacar la utilidad de este lenguaje. Muchas personas siguen usándolos en ocasiones simplemente porque es divertido, porque les resulta más cómodo en determinadas situaciones y, además, porque ya forma parte de un juego en el que padres e hijos se sienten cómplices.

Lo ideal sería hacer partícipes en la aventura a cualquier persona que esté en continuo contacto con el niño. No solo los padres, sino que sería recomendable la implicación de todos aquellos que estén en contacto con el bebé, como por ejemplo abuelos, tíos, primos, cuidadores, etc. En Estados Unidos, entre otros países, han implantado el Baby Sign en guarderías y colegios infantiles obteniendo un gran éxito, ya que no sólo ayuda a los profesores y cuidadores a entender lo que quieren sus alumnos, sino que permite la comunicación entre unos bebés y otros, evitando la incomprensión entre ellos.

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No existe ningún autor que hable o imponga una lista cerrada de signos  ni el orden en el que éstos deben introducirse en la vida de los niños, sino que proporcionan orientaciones y pautas para elegir los más convenientes de acuerdo a las necesidades de cada bebé, ya que cada uno crece en distintos contextos, rodeado de diferentes objetos y por tanto de intereses diferentes. Por ejemplo, en muchos manuales aparece el signo de “caimán” entre los propuestos por tratarse de un animal típico de ciertas regiones de EEUU. En nuestro caso, enseñar este signo a un niño, en un principio, sería un aprendizaje en vano puesto que difícilmente lo podría utilizar. Por lo tanto se trata  de centrarse en las actividades  diarias del niño, en sus necesidades y en las cosas que llamen su atención para elegir los signos adecuados.

Según varios autores, las edades recomendadas para introducir los primeros signos, oscilan entre los 6 y 10 meses de edad, ya que es en este momento en el que suelen darse cambios notorios en los niños que pueden darnos información acerca de su predisposición para comunicarse. Cada niño es un mundo y de la misma forma que no todos empiezan a gatear o hablar a la misma edad, el interés por comunicarse con los demás puede aparecer en ellos antes o después.

Y para no causar confusión en el niño principiante, es conveniente  comenzar a usar los signos por primera vez dentro de sus contextos correspondientes y extender su uso a cualquier situación en el momento en el que los haya aprendido e interiorizado. Es importante también saber buscar el momento adecuado para introducir el signo; y una vez hecho esto, el signo deberá realizarse antes, durante y al final de la acción, siempre que se pueda y a la altura de los ojos entre nuestro campo visual y el del niño.

Para finalizar es importante resaltar una serie de consejos prácticos o requisitos fundamentales que nos propone el Dr. Joseph García para que la puesta en práctica del lenguaje de signos sea todo un éxito:

• El poder del silencio.  Cuando se realiza el signo sin acompañarlo de la palabra, se está estimulando los sentidos del niño de forma diferente. Por lo que, de vez en cuando sería estupendo usar el signo sin la palabra para incentivar  en el niño el desarrollo de su visión  y de su capacidad analítica.

• Enseñar sin agobiar. Facilitar la comunicación con el niño no se trata de instruirle como si fuera un alumno, sino simplemente de disfrutar del placer de la comunicación y de las posibilidades que ésta nos brinda. Todo ello de una forma natural, amena y divertida, sin presionar ni agobiar al niño.

• Repetición y constancia. Cuantas más veces vea el niño un signo, más fácil le resultará aprenderlo. Lo ideal es intentar introducir un mismo signo en diferentes situaciones. Es importante, y sobre todo al principio, ser constantes con los signos y entender que el hecho de que el niño aún no haya contestado utilizando algún signo no significa que no lo hará como tampoco significa que no lo haya entendido. Recordar que cada niño es un mundo y que, ante todo, hay que respetar sus tiempos.

• Jugar y aprender van de la mano. Todo este proceso tiene que ser divertido, ameno y entretenido tanto para nosotros como para los niños. Esto significa que si el pequeño tiene algunas dificultades para realizar algún signo o tarda algo más de lo esperado, no hay que castigarle o regañarle por sus errores (esto podría frenar su interés por seguir aprendiendo); si no más bien todo lo contrario. Hay que premiar sus esfuerzos y avances, hay que motivarle y animarle a continuar.

A los niños les encanta jugar, leer cuentos, cantar… y son estos momentos los que tenemos que exprimir para enseñarles; aprovechando su curiosidad y acaparando su atención.

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Así pues, si utilizar el lenguaje de signos con los niños desde muy pequeños tiene numerosos beneficios y uno de ellos es que potencia la adquisición y el aprendizaje de la lengua oral, ¿porqué no probarlo si uno de los objetivos primordiales de la educación especial es enseñar a los niños cómo comunicarse para que puedan alcanzar su verdadero potencial?

“Hablar con las manos y oír con los ojos” (Anónimo).

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Andrea Rodríguez Martínez

Diplomada en Educación Infantil.
Licenciada en Psicopedagogía.
Amplia experiencia docente en enseñanza infantil y primaria.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row]