Para funcionar correctamente a lo largo del día, necesitamos mantenernos en cada momento en un estado de alerta y activación óptimo y ajustado a las demandas de la actividad que queramos realizar y del contexto. Algunas tareas o situaciones exigen un estado de alerta más elevado/activo, mientras que otras exigen un estado de alerta más bajo/calmado.

Con frecuencia en entornos educativos y terapéuticos se menciona el término “regulación” o “auto-regulación”, el cual se refiere a la capacidad que tiene nuestro organismo, a través de distintos mecanismos fisiológicos, de preparar y ajustar nuestro cuerpo de cara a poder responder a distintas demandas.

Podemos decir que, existen distintos niveles de activación que implican cambios en nuestro estado interno, los cuales repercuten en nuestra capacidad de responder a demandas externas. Si los ordenásemos de mayor a menor, es decir, desde más activado a menos activado, serían los siguientes:

 

  • Bloqueo/Shut down: es un estado tan elevado de activación interna que nos lleva a quedarnos paralizados. Normalmente se debe a una sensación muy intensa de estar bajo una situación de peligro o estrés. A veces, si las exigencias externas sobrepasan por mucho nuestra capacidad de responder, nuestro organismo se bloquea por completo.
  • Hiper o sobre-activado: estado de activación interna elevado que nos prepara para la “lucha” o “huida”, por lo que nos mostramos a la defensiva, irritables, enfadados o agresivos. Nuestro cuerpo percibe una amenaza externa y moviliza recursos para “defenderse”, huyendo o luchando.
  • Estado equilibrado entre calma y alerta “the just right state” u óptimo estado de alerta/activación: nos permite pensar con claridad, aprender, memorizar, recordar. Nos mostramos flexibles y somos capaces de valorar distintas estrategias u opciones de cara a resolver un problema, siendo capaces de elegir y poner en marcha la estrategia que consideramos más adecuada y, si ésta no funciona, cambiar.
  • Hipo-responsivo/aletargado: es un estado de baja activación, en el cual empezamos a ignorar los estímulos del entorno y nos adormilamos y aburrimos.
  • Estado de adormecimiento: estado de activación/alerta muy bajo, no prestamos atención a estímulos externos y no respondemos a ellos, quedándonos como aletargados o adormilados”.

 

Es importante tener en cuenta que, ningún estado en sí mismo es “bueno o malo” o “positivo o negativo”. Cada uno nos proporciona las estrategias necesarias para enfrentarnos a una determinada situación.

Es normal que, a lo largo del día, un individuo sufra cambios en su estado de activación/ alerta. En el caso de los niños, los padres o los profesores pueden enfrentarse a situaciones de conflicto, las cuales pueden deberse a que demandamos a los niños que realicen una actividad en un momento en el cual no se encuentran en el estado de activación adecuado y que requiere la situación (por ejemplo, les pedimos que hagan los deberes del colegio cuando se encuentran aletargados, o que se vayan a dormir cuando están sobre-excitados).

El estado de activación interna interfiere de forma muy significativa en nuestro rendimiento en una situación determinada y, a la vez, el tipo de actividades que realizamos influyen en que éste estado de alerta se modifique, bien activándonos o bien calmándonos.

Por ello, lo ideal sería que las rutinas diarias incluyeran, en la medida de lo posible, una adecuada combinación de actividades “activadoras/excitatorias, actividades organizadoras y actividades calmantes”.

Para elegir este tipo de actividades, debemos tener en cuenta el perfil sensorial de cada niño (entendiéndose cómo la “personalidad sensorial o preferencias sensoriales” de cada uno, puesto que esto influye en la cantidad o intensidad de estímulo que cada individuo necesita para activarse o calmarse).

La mejor receta es observar qué efecto tiene una determinada actividad sobre el estado de activación de cada niño (¿esto le calma, le organiza o le sobre-activa?).

En relación a esto, nos gustaría dejar claro que los ejemplos o ideas que se describen a continuación son solo eso, ideas, y que no recomendamos forzar a ningún niño a realizar actividades que le den miedo, que no le gusten o que, simplemente, observemos que, de algún modo, le afectan negativamente. Se trata más de “invitar, proponer o permitir”.

Lo ideal sería que, a lo largo del día, un niño pudiera realizar actividades de los siguientes tres tipos:

 

  • Actividades verdes: serían aquellas organizadoras y reguladoras, y nos permiten estar lo suficientemente alerta como para prestar atención, y lo suficientemente calmados como para pensar con claridad.
  • Actividades azules: nos ayudarían a conseguir un estado mayor de calma.
  • Actividades rojas: serían aquellas que nos “espabilan, nos despiertan, nos activan, nos preparan para la acción, hacen que nuestro cuerpo esté preparado para moverse”.

 

A continuación, describimos distintos ejemplos de cada uno de los tres tipos de actividades. Estos ejemplos deben adaptarse a la edad del niño, sus habilidades y, a los recursos de los cuales dispongamos, así como al momento del día y el resultado que busquemos obtener.

 

ACTIVIDADES ROJAS: en general, casi todas las actividades “físicas o deportivas” se consideran de tipo estimulante, porque nos obligan a movilizarnos y requieren que aumentemos nuestra energía. Tanto los niños, como los adultos, necesitamos a lo largo del día realizar actividades de tipo físico que nos ayuden a liberarnos del exceso de energía que podamos tener, que nos ayuden a mantenernos regulados y que nos preparen para poder aprender nuevos retos.

Este tipo de actividades, podríamos decir que son “explosivas” e “intensas”, y no tienen por qué realizarse en un orden determinado.

  • Balancearse, botar sobre una pelota, saltar en una cama elástica, dar vueltas en un columpio o silla giratoria, tirarse y caer sobre cojines, guerras de almohadas, golpear un saco de boxeo, juegos de escalada y arrastrarse por el suelo, juegos de esconderse y salir corriendo, bailar, deslizarse o dejarse caer por una rampa, construir una torre de cojines y derribarla, saltar a la comba, deslizarse en un patinete, etc.
  • Los adultos también necesitamos este tipo de actividades en nuestro día a día. Muchas personas se apuntan al gimnasio o a actividades físicas de tipo “explosivo”, ya sea hacer crossfit, o jugar al padel, o salir en bicicleta o a patinar. Estas actividades nos “despiertan” y “nos hacen sentir bien” y con más energía. Como adultos, tenemos la libertad de poder elegir cuándo realizarlas, con frecuencia por la mañana antes de ir a trabajar para activarnos, o a medio día en mitad de la jornada laboral como descanso y como ayuda para poder continuar con nuestras tareas por la tarde, o al final de la jornada para descargar el estrés del día.

 

ACTIVIDADES VERDES: son actividades que nos ayudan a regularnos y a permanecer organizados. Nos permiten prestar atención y mantenernos enfocados en una tarea. Este efecto regulador y organizador se ve potenciado cuando la actividad es de tipo social o se realiza junto con otra persona. Los intercambios y las interacciones sociales tienen un efecto muy positivo de cara a mantenernos regulados y organizados.

Aunque, algunas de estas actividades también sean de tipo físico, a diferencia de las anteriores, intentaremos que los movimientos sean más rítmicos, regulares y suaves, así como introducir una mayor componente de “carga de peso”, contracción y relajación muscular contra-resistencia, así como, tracción y compresión articular, también de forma más organizada y regular. Así mismo, la idea es ir combinando progresivamente actividades de tipo físico con pequeños desafíos cognitivos, introduciendo mayor estructuración y organización en el juego.

  • Balancearse suavemente en un columpio, hacer la carretilla, rodar mientras otro nos empuja, enrollarnos en una manta, hacer un “sándwich” o “montaña humana”, jugar a imitar posturas o formas de caminar, abrazos de oso, mover objetos de un sitio a otro, ordenar y recoger, cocinar, amasar, pintar, hacer manualidades, actividades artísticas (y después limpiar), actividades tipo “jardinería y bricolaje” adaptadas a los niños, juegos de construcciones, etc.

 

ACTIVIDADES AZULES: son aquellas actividades que nos ayudan a disminuir el nivel de excitación/activación tras una actividad muy estimulante. También nos ayudan a relajarnos y a prepararnos para descansar o ir a dormir. Pueden ser muy útiles cuando empezamos a observar signos de “desorganización de la conducta o desregulación” (rigidez, frustración, enfado). Cuando esto sucede, debemos de ser pacientes y dedicar un rato, sin prisa, a ayudar al niño a “reorganizarse y a engancharse” a la actividad que le propongamos. A veces, a muchos niños les cuesta finalizar actividades más energizantes para pasar a otras más relajadas, y nuestro “trabajo” como adultos es acompañarlos y ayudarles a realizar esta transición, de un estado “más activado” a otro “más calmado”. Para ello, muchas veces debemos tener en cuenta que el entorno y el espacio juegan un papel muy importante en nuestro estado de activación: un entorno desordenado o con muchos estímulos nos hará más difícil organizarnos a nosotros mismos y calmarnos, mientras que un entorno ordenado, con ruidos y luces suaves, nos ayudará. Es igual de importante el “estado de activación” en el cual nos encontremos los adultos; primero tenemos que “calmarnos” a nosotros mismos, para después ayudar al niño.

  • Tener un rincón de la calma que sirva de lugar de transición entre actividades más energizantes y actividades más tranquilas, por ejemplo un fuerte, una casita o una tienda de campaña, poder tener a mano alimentos crujientes o que requieran masticación (zanahoria, manzana, tortas de arroz, palitos de pan, chicles, chupa-chups, etc), beber de una pajita, juegos de soplar, hacer respiraciones profundas, masaje profundo (no cosquillas), masaje con vibración, leer con luz tenue, escuchar un cuento, taparse bajo una manta pesada o con cojines encima, hablar con voz calmada y suave, etc.

 

Para finalizar os proponemos un horario para distribuir el tipo de actividades durante el día. Entendemos que, tanto padres como niños, lo normal es que todos tengamos horarios bastante apretados, y que muchas veces no tenemos tiempo para incluir nada más. Éste no es un horario que deba cumplirse al pie de la letra, es una idea o una recomendación para tener presente. Sobre todo, nos puede ser útil en determinados momentos, en los cuales veamos que el niño no está respondiendo adecuadamente a las demandas del entorno o de la tarea que debe realizar; es en esos momentos en los cuales podemos preguntarnos “¿igual necesita un descanso?”” ¿será que está muy apagado y antes de ponerse con los deberes necesita hacer algo para activarse?” o “¿será que está demasiado activado y necesita hacer algo para ir calmándose antes de ir a dormir?”.

Lo que sí es importante es que, conociendo las particularidades individuales de cada niño, a lo largo del día tenga “pequeños descansos” en los cuales pueda realizar este tipo de actividades. Quizás algunos días necesite realizar actividades más activadoras, y quizás otros necesite actividades más calmantes.

La pauta general sería primero realizar alguna actividad activadora (roja), después una organizadora (verde) y por último una actividad calmante (azul), pero esto podemos ajustarlo a las necesidades y posibilidades de cada niño y cada familia.

 

 

Andrea Lasheras
Terapeuta Ocupacional en la Fundación Querer