La primera vez que escuché hablar de Logopedia fue en una revisión del otorrino, con 16 años, por causa de unos nódulos que hacían que perdiese la voz, así que acudía a rehabilitación una vez por semana a la logopeda del Hospital. Estuve yendo cerca de un año. Las sesiones eran conjuntas y lo pasábamos pipa: hacíamos trabalenguas, teníamos que hablar sólo utilizando una vocal, hablábamos con preguntas… Me gustó tanto que, a pesar de mi patología, me animé a estudiar Logopedia. En aquel momento, además, también empecé a hacer teatro como hobby.

Al principio, tanto en las clases de la carrera como en las funciones, me daba vergüenza hablar, o decir que tenía problemas en la voz porque pensaba que no me verían como una profesional, que nadie querría que una logopeda con patología les “rehabilitara”.

Llevo doce años dedicándome a la Logopedia, si bien no me especialicé en voz, sino en el lenguaje y creo que no hay nada más gratificante que poder ayudar a alguien a comunicarse, a poder expresar lo que siente.

Porque la comunicación es lo que nos hace crear relaciones sociales, lo que nos ayuda a crecer como personas, a crear nuestro mundo, a construir nuestro futuro, a pensar qué queremos ser de mayores. El lenguaje nos ayudar a definir lo que nos pasa para poder saber lo que sentimos.

Durante estos años, he visto a muchos niños conseguir comunicarse y mejorar su lenguaje día a día y si tengo que quedarme con algo de esta profesión es que te enseña a no poner límites, a que todos somos capaces de superarnos si creemos que es posible y si trabajamos con constancia para conseguirlo.

¡Feliz día de la Logopedia!

Profesora de El Cole de Celia y Pepe