El proyecto de inglés de ‘El Cole de Celia y Pepe’, colegio de educación especial de la Fundación Querer, demuestra que los niños con problemas de aprendizaje o del lenguaje, derivados de un trastorno del neurodesarrollo, pueden aprender una segunda lengua. No todos lo harán al mismo nivel y ritmo, pero cada uno, a pesar de sus dificultades, puede alcanzar una comprensión e incluso, en algunos casos, expresión de un idioma como el inglés.

Este centro aplica una novedosa metodología basada en la adaptación, diferenciación y motivación de su alumnado, que vive el aprendizaje de esta lengua extranjera como un juego de la mano de docentes implicados.  Al frente de las clases está Benjamin Pitters, quien hace cuatro años comenzó a impartir inglés a apenas tres alumnos del centro y, a día de hoy, se encarga de introducir este idioma a todos los niños del colegio, desde Infantil hasta Educación Básica Obligatoria (EBO), con el apoyo de Antonella Timarchi, maestra y también psicóloga del centro.

«Fui teniendo interacciones en inglés en los pasillos con el resto de niños, observamos que les motivaba y, año a año, empezamos a expandirlo a más alumnos. En ese momento era más lúdico, aún no habíamos investigado cuál era la forma más adecuada de enseñar a estos niños, pero funcionaba muy bien», explica.

Una metodología que no existía antes

Debido al gran número de alumnos que se iban sumando cada curso a la enseñanza del inglés, hace dos años el centro decidió formalizar su experiencia y, basándose en investigaciones, creó unas bases metodológicas para instaurarlo al resto de alumnos y poder compartirlo también con otros colegios. Sin embargo, descubrieron que apenas existían métodos ni estudios sobre el aprendizaje de una segunda lengua en población con trastornos del neurodesarrollo y tuvieron que partir prácticamente de cero.

«Para crear una metodología de trabajo para un alumnado con un perfil tan heterogéneo identificamos, primero, los déficits comunes que presentan estos niños y les dificultan la adquisición de lenguas: procesamiento auditivo, memoria procedimental y memoria de trabajo. Esto nos ha permitido conocer cómo funciona su aprendizaje para así poder potenciar las capacidades existentes y compensar las que están más limitadas», explica Daniel de las Heras, lingüista y uno de los creadores del proyecto de la Fundación Querer.

«Exponemos a los niños al contenido de manera multisensorial, por diferentes canales: auditivo, visual, manipulativo…»

Cada niño, explica, «tiene una combinación única de limitaciones y capacidades, pero nos centramos en déficits transversales a todos ellos para crear unas pautas metodológicas generales que ayuden al conjunto. Después, en el día a día, se gradúan y adaptan a cada uno», señala de las Heras. Además, cuenta el lingüista, «recogimos pautas validadas empíricamente para la población disléxica, porque era de la única que encontrábamos estudios y es un perfil que presenta déficits comunes a muchos de nuestros alumnos».

Por otro lado, explica de las Heras, tuvieron en cuenta otros dos aspectos clave en el aprendizaje de una segunda lengua, tanto para niños con algún tipo de discapacidad como sin ella: su condición de niños y de hablantes de español. «Su cerebro está en proceso de maduración. Conocer qué funciones ya han adquirido y cuáles no nos permite orientar la enseñanza. Además, su cerebro ya incorpora el español y esto va a condicionar su aprendizaje con el inglés de manera predecible. Sabemos qué sonidos van a representar más dificultades y podemos reforzar esas áreas», explica.

Aprendizaje estructurado y multisensorial

Partiendo de la forma de aprendizaje de estos niños, el profesor implementa una intervención pedagógica que contrarresta sus dificultades y estimula la adquisición del idioma. La metodología que llevan a cabo en el colegio está basada, explica Benjamin Pitters, en una enseñanza explícita del idioma, «que contrasta con la enseñanza habitual del inglés, que suele tener un enfoque comunicativo donde simplemente la exposición al idioma hace que el niño aprenda» y en instrucciones multisensoriales: «Les exponemos al contenido por diferentes canales: auditivo, visual, manipulativo…».

Además, el aprendizaje se estructura por niveles. Primero, el alumnado del primer curso de Infantil, en un nivel inicial, se familiariza y expone al idioma en una sesión semanal, a través de dinámicas con canciones, dramatizaciones o interacción de los profesores. A partir de ahí, el resto del alumnado recibe clases diarias, divididas en tres niveles. «Los dos primeros son orales: el primero está centrado en la comprensión del idioma y el segundo en la reproducción. El nivel 3 es más académico y ya introducimos la lectoescritura. También estamos creando un cuarto nivel, pero no está aún en marcha», explica Pitters.

El contenido de la materia se divide en nueve unidades temáticas que abordan grupos de interés de estos niños como los saludos, las emociones, la comida, la familia, etc. «Trabajamos qué es lo que queremos que entiendan o que comuniquen y aprendemos vocabulario y estructuras gramaticales para que ellos ya puedan expresarse», señala el profesor.

Además, se da mucha importancia a la parte fonética: «Estos niños tienen problemas en la conciencia y procesamiento fonológico ya en su primera lengua. Por tanto, debemos tener un programa específico para que más adelante puedan tener una buena comprensión de los sonidos del idioma y poder ayudarles a la iniciación a la lectura, si es posible. Nos centramos primero, sobre todo, en las palabras de uso frecuente, no por escrito, sino de forma oral y por gestos».

Teniendo en cuenta las dificultades de estos niños y la importancia de que reciban la información por diferentes canales, cada unidad temática se imparte durante tres o cuatro semanas, divididas por días: «Los lunes utilizamos la pantalla digital, marionetas o fichas para aprender vocabulario. Los martes, se centran en un trabajo del alumno más manipulativo, a través de tarjetas donde intentamos que reproduzcan por habla o gestos los contenidos y comenzamos también a trabajar la fonología. Los miércoles, contamos un cuento e interaccionamos con ellos con objetos reales. Los jueves nos centramos en el juego, usamos tarjetas de memoria, y los viernes realizamos manualidades», explica Pitters.

«Es importante ralentizar la velocidad del habla, repetir instrucciones, utilizar frases claras o reforzar con gestos»

La música es, además, una herramienta de aprendizaje muy importante en las clases de inglés de ‘El Cole de Celia y Pepe’: «Creamos una canción por cada unidad temática. La componemos nosotros, ellos son parte del proceso y eso les motiva para luego aprenderla. El objetivo es que se la aprendan y después hacer un vídeo donde puedan cantarla», cuenta.

Adaptarse a las dificultades de cada alumno

Dado el perfil tan heterogéneo de alumnos, el profesor adapta los contenidos a cada uno. «Dentro de la clase, necesitamos diferenciar para conseguir que aprendan el máximo porque cada uno tiene un nivel distinto, por lo que en un ejercicio me puede interesar que un niño identifique una palabra y que otro la reproduzca con una estructura gramatical. Además, unos niños aprenden una manera y otros de otra, unos tienen mucha memoria auditiva, otros más visual. Por eso, a través de actividades y dinámicas, dividimos la unidad temática en diferentes espacios para poder llegar a todos», explica el profesor.

Además, teniendo en cuenta que son niños que presentan dificultades en la velocidad de procesamiento, es importante, explica Pitters, «ralentizar la velocidad del habla, repetir instrucciones, utilizar frases claras, enfatizar palabras clave, reforzar con gestos u ofrecer mucho espacio para la respuesta». Por otro lado, debido a sus problemas de atención, memoria de trabajo y funciones ejecutivas, señala, «las actividades deben ser muy cortas, llamativas e ir cambiando dinámicas para conseguir que estén interesados en lo que les estás enseñando».

La implicación del docente y su vínculo con el alumno

Al final de cada unidad temática y de cada trimestre, el profesor evalúa el progreso de los alumnos. Desde su experiencia, Pitters asegura que prácticamente todos los niños han mejorado en su aprendizaje del inglés: «Cuanto antes empiece, más fácil va a ser para el niño, por eso tenemos ese nivel inicial en primero de Infantil. De 0 a 6 años ha habido progreso en todos los niños, con diferencias, por supuesto, dependiendo del trastorno y de sus dificultades».

Pero, más allá de su evolución académica, es imprescindible la motivación con la que estos alumnos respondan a las clases de inglés. Y de eso van sobrados los niños de ‘El Cole de Celia y Pepe’. Algo en lo que tiene un papel evidente los docentes, quienes viven las clases como un niño más. «Para mí es como un juego, yo también lo disfruto con ellos. Desde ahí nace la motivación para ellos, que ven la clase de inglés diferente a las demás porque no está tan reglada y tienen mayor libertad», comenta Pitters.

La actitud del docente es muy importante en cualquier asignatura, pero si, además, el niño presenta dificultades de aprendizaje, se vuelve imprescindible: «La parte emocional es de lo más importante. Tienes que ser muy dinámico, generar un vínculo con el niño, apetecerte conocer sobre él, tener en cuenta sus gustos y preferencias y que, además, tú también te abras a ellos. En definitiva, generar una sensación de unión entre ambos».

Valorar si es beneficioso aprender una segunda lengua

Algunos padres de niños con discapacidad manifiestan su preocupación por que el aprendizaje de una segunda lengua pueda interferir en el desarrollo de la lengua materna, en este caso, el castellano. Sin embargo, explica Daniel de las Heras, aunque existe investigación que señala que, en niños con trastornos del neurodesarrollo, ser bilingües «no entorpece la adquisición de lenguaje», apenas hay estudios que hablen de niños que aprenden una lengua extranjera. Por su parte, Pitters asegura que, «por la experiencia que tenemos, no ha habido ningún problema, pero si, por ejemplo, a nivel oral les cuesta expresarse en español yo no les pido que lo hagan en inglés».

«Las limitaciones que experimenten con inglés también las experimentan con otras materias y no por eso las quitas de su currículum»

El equipo docente debe valorar si será positivo para el alumno el aprendizaje de una lengua extranjera o quizás sea más necesario ocupar ese tiempo en reforzar otras habilidades. Algo para lo que no existe una respuesta rotunda, explica Pitters: «Para valorarlo, tenemos en cuenta tres factores. Primero, si el niño siente motivación con el idioma, ya sea intrínseca o extrínseca, a través de su entorno y del docente. Segundo, la severidad de su trastorno neurológico, si tiene dificultades muy importantes en la comprensión de una primera lengua, debemos ir con cuidado. En tercer lugar, el entorno y el contexto, no es lo mismo una familia que hable el idioma y viaje a países de habla inglesa que otra que no».

«Durante estos años, nos hemos dado cuenta de que hay ciertos niños que lo mejor sería no dar inglés no porque les perjudique, sino porque esas horas podrían trabajarse otros aspectos que necesiten más como el primer idioma a través de la logopedia», señala el profesor, quien subraya: «El que se enseñe inglés a los niños con trastornos del neurodesarrollo no tiene tanto que ver con que tienen o pueden o no hacerlo, depende de cada caso, pero, sobre todo, es un derecho, no una obligación», afirma Pitters. Además, apunta de las Heras: «Las limitaciones que experimenten con inglés también las experimentan con otras materias y no por eso las quitas de su currículum, porque de alguna manera les permiten participar del mundo que les rodea al nivel que pueden».

Daniel de las Heras y Benjamin Pitters participarán el próximo día 26 de abril en las IV Jornadas Neurocientíficas y Educativas de la Fundación Querer, donde expondrán, precisamente, la metodología de trabajo que llevan a cabo en ‘El Cole de Celia y Pepe’.