Los seis primeros años de vida son cruciales para el desarrollo del niño, por ello el entorno más cercano juega un papel muy importante. El lenguaje oral es una función que se aprende de forma natural, en una serie de intercambios con el entorno social, no obstante, la adquisición del lenguaje es un proceso evolutivo que tiene un ritmo diferente en cada niño.

 

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La estimulación del lenguaje puede comenzar desde el momento en el que el bebé nace, reforzándole con sonrisas, animándole a que continúe con los primeros balbuceos, jugando con él, etc. De igual forma, podremos tener en cuenta aspectos como:

En esta etapa, el niño hará uso de protodeclarativos (pedir las cosas señalando). Ante ello no debemos adelantar una respuesta sino dejar que intente decir lo que desea, ya sea con monosílabos o incorrecciones en la expresión. Daremos más importancia a que hable a que lo haga correctamente.

Respetar el ritmo personal cuando se exprese: atenderle mientras nos habla o no interrumpirle cuando cuente algo ni anticipar su respuesta aunque tarde en darla.

Vigilar nuestra propia expresión, no empleando un lenguaje infantilizado, sino claro y conciso, con sentido para el niño. Debemos ser modelo de lenguaje y ayudarle en su expresión. Por ejemplo, si emplea una frase incompleta, nosotros la repetiremos con todos los elementos, ampliando la información que él ha aportado. Es importante no hacerle repetir al niño la frase sino ofrecerle el modelo correcto sin insistir sobre él.
Es necesario habituar al niño a que piense antes lo que va a decir, así como que sepa escuchar y que sea escuchado. Cuando hablemos con él, debemos situarnos de frente, de forma que pueda ver nuestros ojos y nuestra boca. A su vez, debemos acostumbrarlo a que mire a los ojos de quien habla, dejar lo que está haciendo y atender a lo que le dice, no interrumpiendo a quien habla y logrando escuchar de forma activa hasta el final.
Aprovechar cualquier experiencia o actividad para entablar conversaciones, de forma que podamos introducir nombres, acciones o características de lo que estamos tratando.

 

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Si vamos al supermercado, podemos nombrarle los alimentos, el color que tienen, su sabor, si nos gusta o no…
Cualquier momento es bueno para estimular el vocabulario y la atención a nuestro entorno, con juegos tan sencillos como el veo-veo (veo una cosa que sirve para…, que es de color…). Estimularemos también la discriminación auditiva o la conciencia fonológica si añadimos “empieza por el sonido…”
Estimular el juego simbólico. Es muy importante jugar con los niños porque, además de favorecer su imaginación, trabajamos el lenguaje, los roles e interactuamos de una forma muy directa con ellos.

Los cuentos fomentan la imaginación del niño, le descubren cosas, le divierten, le enseñan a escuchar, a pensar, a hablar… podemos pedirle a través de las imágenes que identifique los personajes, que cuenten qué hacen, que se inventen otros finales, que nos resuma la historia o que la cuente a su manera permitiendo que invente cosas.

 

Cada niño es único y especial, debemos evitar las comparaciones y centrarnos siempre en sus propios progresos y en el esfuerzo que pone en conseguirlos. Educar en positivo ayuda a mejorar la autoestima y es clave para los procesos de aprendizaje a nivel cerebral.

 

 

Elisa Peinado.
Profesora del Cole de Celia y Pepe. Especialista en Audición y Lenguaje.