Los viajes pueden representar un desafío significativo para niños que sufren de enfermedades neurológicas, ya que las condiciones de viaje, como el cambio de entorno, la alteración de rutinas y las horas de espera en aeropuertos o estaciones, pueden desencadenar niveles elevados de estrés. Los niños con enfermedades neurológicas, como el trastorno del espectro autista, epilepsia u otras afecciones, a menudo son sensibles a los estímulos externos, y los nuevos entornos pueden resultar abrumadores. Además, las interrupciones en las rutinas diarias, especialmente en lo que respecta al sueño y la alimentación, pueden afectar negativamente su bienestar y comportamiento durante el viaje.

Bárbara López es neuropsicóloga del Gabinete Multidisciplinar de la Fundación Querer. «Viajar puede ser muy emocionante, pero también generar estrés o ansiedad a un niño. Por eso, os recomendamos enseñarles técnicas de relajación sencillas, como la respiración profunda. Disminuye estrés. Además, es bueno  incluir ambiente de seguridad y de bajos estresores en el vehículo en el que se haga el viaje, así como en los alojamientos en los que se pasen varios días», aconseja nuestra especialista.

La logística y la imprevisibilidad asociadas con los viajes también pueden añadir una capa adicional de estrés para los padres y cuidadores, quienes deben anticipar y abordar posibles desafíos. Es fundamental considerar las necesidades específicas de cada niño, planificar con anticipación y comunicarse con las aerolíneas, hoteles y otros servicios de viaje para garantizar un entorno lo más cómodo y adaptado posible. A pesar de estos desafíos, muchos padres encuentran maneras creativas de hacer que los viajes sean accesibles y disfrutables para sus hijos, destacando la importancia de la conciencia y la comprensión en la industria del turismo y en la sociedad en general.