El jardín nació como una idea pionera con el objetivo de facilitar un nuevo sistema terapéutico a personas que no tienen acceso a la naturaleza tan habitualmente como otras, como aquellas que presentan alguna discapacidad intelectual.

La Fundación Querer ha inaugurado hoy el Jardín Terapéutico Querer, un espacio verde diseñado específicamente para mejorar el bienestar físico, mental y emocional de las personas. Un jardín terapéutico se usa como herramienta complementaria en hospitales, centros de rehabilitación, residencias de adultos mayores, escuelas y comunidades. No se trata solo de jardinería bonita: su diseño está basado en estudios de psicología ambiental, neurociencia y medicina integrativa. Cada planta, camino o banco tiene una razón de ser.

Realizado gracias al apoyo de la Fundación Instituto Nuestra Señora del Pilar, este jardín, a diferencia de otros jardines terapéuticos creados en entornos clínicos o cerrados, es el primero en abrirse a colectivos externos de manera sistemática y continuada. Está concebido como un lugar de encuentro, aprendizaje y bienestar para entidades de todo tipo: colegios ordinarios, centros de educación especial, residencias, asociaciones vecinales o grupos terapéuticos.

Sara Herrero, neuropsicóloga y directora del Gabinete Multidisciplinar de la Fundación Querer, explica que el jardín está destinado para que lo pueda usar tanto población infanto-juvenil, como adultos. Para los primeros, afirma, “lo enfocaremos en niños con dificultades sociales, emocionales o cognitivas derivadas de trastornos del neurodesarrollo, discapacidad intelectual y trastornos socioemocionales, entre los que se incluyen la ansiedad, depresión, fobias. En adultos, se destina a la intervención con personas con trastornos de salud mental (ansiedad, depresión), y secuelas derivadas de trastornos neurológicos (ictus, tumor, traumatismo craneoencefálico); en el caso de pacientes de la tercera edad, para demencias (Alzheimer, Parkinson, Frontotemporal, Vascular…)”.

Además, su construcción y mantenimiento ha sido realizada por personas en situación de vulnerabilidad psicosocial, formadas en jardinería ecológica por la Fundación Juan XXIII, fomentando así el empleo verde e inclusivo.

La ciencia de la naturaleza

Detrás de la belleza del Jardín Terapéutico de la Fundación Querer hay un proceso riguroso de planificación, diseño y validación científica. No es solo un espacio verde: es el resultado de una metodología interdisciplinar basada en la evidencia, con más de 700 horas de sesiones terapéuticas realizadas en jardines previos que demuestra cómo estos entornos naturales pueden mejorar el bienestar emocional, la mejora de la atención, la conducta y el bienestar general cognitivo y físico de las personas.

“Supone una alternativa o herramienta adicional dentro del plan de tratamiento en un formato novedoso y motivante que nos permite trabajar todos los sentidos y estimular las capacidades motoras y cognitivas como la memoria, la atención, la planificación o el lenguaje al aire libre. Además, se puede hacer uso del jardín tanto de manera individual, como para trabajar en pequeños grupos”, afirma Sara Herrero.

El jardín nació como una idea pionera con el objetivo de facilitar un nuevo sistema terapéutico a personas que no tienen acceso a la naturaleza tan habitualmente como otras, como aquellas que presentan alguna discapacidad intelectual.

“Para ello, nos basamos en el conocimiento de distintos especialistas. El proyecto y el diseño se hizo a través de varias sesiones de Design Thinking en las que juntamos los criterios de personal técnico como por ejemplo ingenieros agrónomos o arquitectos, y profesionales con conocimientos relacionados con la salud: psicólogos, terapeutas, educadores, así como diversos especialistas. De este modo, entre todos, fuimos dibujando las necesidades que tenía el jardín”, afirma Thais Valero, directora de Espacios Verdes de la Fundación Juan XXIII, entidad que ha desarrollado el proyecto.

El Jardín terapéutico de la Fundación Querer es en un ejemplo concreto de cómo la naturaleza —cuando se diseña con propósito— puede convertirse en una herramienta terapéutica de impacto real.

Cinco dimensiones

El Jardín Terapéutico es un espacio cuidadosamente diseñado para favorecer el bienestar físico, emocional y sensorial de todas las personas que lo visiten: cada zona cumple una función específica basada en criterios científicos y sensoriales.

Este enfoque nace del modelo impulsado por la Fundación Juan XXIII, que desde 2021 desarrolló un jardín sensorial pionero en España, combinando naturaleza urbana, terapia ocupacional y diseño inclusivo. La experiencia culminó con una guía de plantas sensoriales basada en 89 criterios terapéuticos, seleccionadas mediante una herramienta científica que valora su efecto terapéutico en cinco dimensiones: actividad física, estimulación sensorial, calma individual, juego y aprendizaje, y emociones.

Espacio de Activación

Es el área más estimulante del jardín. Aquí, los colores vibrantes como el rojo, naranja y amarillo se combinan con elementos diseñados para trabajar la motricidad fina y gruesa, la causa-efecto y la estimulación sonora. La vegetación —como caléndulas, lirios, gazanias o el llamativo “árbol musical”— acompaña dinámicamente el movimiento del cuerpo y la mente. Este espacio está pensado para liberar energía, despertar el ánimo y empezar el recorrido de forma activa y alegre.

Zona de Transición

Este tramo intermedio guía suavemente al visitante desde la energía hacia la introspección. Se utiliza vegetación de colores más suaves —como verdes y lilas— y texturas progresivamente más delicadas. El camino del laberinto, con su diseño envolvente, favorece el descenso emocional, preparando el cuerpo y la mente para la calma. Aquí se encuentra también el simbólico “Árbol del Abrazo”, pensado como lugar de pausa afectiva y conexión emocional.

Espacio de Calma

Una zona pensada para la autorregulación emocional, el descanso individual y la introspección. Las plantas seleccionadas —lavandas, jazmines, verbenas, margaritas suaves— evocan la calma del agua y la fluidez de la naturaleza. Incluye un tipi vegetal que invita a la recogida, bancos con respaldo propioceptivo y pequeños rincones de contemplación silenciosa. Un lugar ideal para personas con ansiedad, dificultades de autorregulación o simplemente necesidad de un refugio sensorial.

Espacio Sensorial

Este espacio es pura exploración sensitiva. Incluye un camino de texturas con diferentes materiales para estimular los pies —la parte del cuerpo con más terminaciones nerviosas—, barandillas multisensoriales y plantas seleccionadas por su olor, forma y textura. Aquí se trabajan habilidades como la concentración, el equilibrio, la atención plena y la integración sensorial. Lavanda, romero, tomillo y vincas acompañan este recorrido, que es también una experiencia de juego y descubrimiento.

Aula Educativa

Un espacio multifuncional que transforma la naturaleza en escuela. Aquí se puede aprender agricultura ecológica, practicar hábitos saludables, cocinar, o trabajar contenidos curriculares a través de dinámicas en contacto directo con el entorno. Ideal para talleres intergeneracionales, actividades con colegios, proyectos de sostenibilidad y educación en la diversidad. Este aula promueve además la autonomía y la vida independiente, especialmente en niños, adolescentes y personas con discapacidad.

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