Cada flor necesita un cuidado diferente. Con esta metáfora sencilla pero poderosa, la doctora Roser Colomé, neuropsicóloga infantil del Hospital Sant Joan de Déu, explica por qué el sistema educativo y sanitario actual está fallando a miles de niños en España. “No se trata solo de poner etiquetas, sino de entender cómo funciona cada niño para poder ayudarle de verdad”, afirma. Y pone las cifras para dejarlo claro: “Hasta un 20% de los niños y adolescentes pueden presentar algún tipo de trastorno del neurodesarrollo, y, sin embargo, sólo una fracción está siendo correctamente identificada y atendida”.
Según datos del Ministerio de Educación, en el curso 2023-2024 se reconocieron 790.000 niños con necesidades educativas especiales o específicas de apoyo educativo. Pero la cifra que manejan los profesionales, como Colomé, es más del doble: entre 1,2 y 1,6 millones. ¿Dónde están los niños que faltan? “Muchos están aprobando por los pelos, gracias a un entorno familiar volcado en ayudarles, pero con un sufrimiento invisible. No tienen diagnóstico ni apoyos porque el sistema solo ve si sacan un cinco”, denuncia.
El Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (TDL) afecta al desarrollo del lenguaje oral sin que exista una causa médica clara. Su prevalencia ronda el 7%, pero sigue siendo uno de los trastornos más infradiagnosticados. “A menudo se confunde con un retraso madurativo o se minimiza. Pero un niño con TDL no es que vaya lento, es que su desarrollo lingüístico es atípico”, explica Colomé.
Las consecuencias son profundas: dificultades para comprender consignas, expresarse, leer, escribir y, con frecuencia, también para acceder al aprendizaje en matemáticas o ciencias sociales. “El lenguaje está en todo. No es solo una asignatura”, insiste.
Colomé rompe una lanza a favor del diagnóstico temprano: “Un diagnóstico no es una etiqueta. Es una herramienta para visualizar necesidades. Sin él, el sistema educativo no mueve ficha”. De hecho, advierte sobre la contradicción burocrática: “En Cataluña, si no pones en un informe que el niño tiene ‘dislexia’ o ‘TDAH’, no recibe ningún tipo de adaptación, aunque expliques detalladamente sus dificultades. Es absurdo”.
Aunque el diagnóstico oficial de TDL suele fijarse entre los 5 y 6 años, Colomé defiende la intervención precoz: “Si a los dos o tres años ya se observan dificultades claras, hay que actuar. No hace falta esperar al ‘papel’ con el nombre. Hay que empezar a trabajar cuanto antes”. Y recuerda que, si se deja pasar el tiempo, el niño no solo pierde habilidades, sino también derechos: a los seis años se acaba la atención temprana gratuita en muchas comunidades.
“Cada niño es como una planta distinta: unos necesitan más agua, otros menos sol. No podemos regar a todos igual y esperar que crezcan igual”, dice Colomé. Sin embargo, en su experiencia, los centros escolares no siempre están dispuestos a personalizar los cuidados. “En más de una ocasión, cuando he recomendado ajustes para un alumno, me han dicho que eso ‘no es mi función’. ¿Y cuál es, entonces, si no atender al niño según su forma de funcionar?”, se preguntó.
La familia
El niño no está solo. Vive en un contexto, con vínculos, emociones, miedos, sueños. Y por eso, Colomé recalca la importancia de trabajar con las familias. “No vale con dejar al niño en la consulta. Hay que implicar al entorno. La familia no es un espectador: es un agente terapéutico”.
También abogó por un mayor entendimiento entre los sistemas sanitario y educativo. “Hoy no hay puentes reales entre ambos. Y eso genera un vacío donde caen muchos niños”.
¿El huevo o la gallina? TDL y autismo
En la ronda final, Colomé abordó una pregunta recurrente: ¿cómo diferenciar un TDL de un trastorno del espectro autista (TEA)? “A veces el lenguaje afectado es una consecuencia del TEA, pero otras veces hay un trastorno formal del lenguaje que no se explica solo por el autismo. Por eso, el abordaje tiene que ser personalizado. Siempre”.
La clave está en la motivación
“No hay intervención posible sin motivación”, concluyó. Ni para el niño, ni para la familia, ni para los profesionales. “Nuestros niños son nuestros héroes. No solo por lo que logran, sino por todo lo que les cuesta lograrlo”.
Y con esa frase —conmovedora y real—, Colomé cerró una ponencia que no solo habló de lenguaje. Habló de infancia, de equidad, y de la necesidad de mirar más allá de los expedientes para no dejar a nadie atrás.












