El cuidado especial en la limpieza de la boca en los niños de la Fundación Querer contrarresta en parte los efectos de la diferente microbiota oral existente en estos niños.
Doctora en Biociencias Moleculares, profesora titular en la Universidad Europea de Madrid e investigadora del grupo MAS Microbiota, Mariangela Tabone ha dedicado buena parte de su carrera a descifrar el misterioso lenguaje de los microorganismos. Desde los entresijos de la microbiota intestinal hasta los ecos del Alzheimer, su curiosidad científica ha encontrado ahora un nuevo punto de entrada: la cavidad oral en niños con trastornos del neurodesarrollo.
¿Cómo nace este estudio con la Fundación Querer?
Llevábamos tiempo con ganas de colaborar con la Fundación, porque valoramos mucho su labor. En un primer momento pensamos en estudiar la microbiota intestinal, pero por razones logísticas era muy complejo. Hace algo más de un año, con mi compañera Rocío González, replanteamos la idea desde otro ángulo: ¿y si estudiamos la microbiota oral? Usar saliva facilita muchísimo el trabajo, tanto por recogida como por gestión. Y, además, es un campo muy poco explorado. Para ello, decidimos contactar con Carlos Lagares y Montserrat Diéguez, odontopediatras de la Clínica Universitaria de la UEM con los cuales hemos iniciado este proyecto en conjunto
¿Qué os llevó a fijaros precisamente en la cavidad oral?
Porque a pesar de que la microbiota intestinal ha sido ampliamente estudiada en estos niños, la oral apenas lo ha sido, así que es un estudio pionero. Hay estudios que relacionan ciertas cepas bacterianas con el autismo, pero desde el enfoque oral, hay muy pocos estudios. Y decidimos analizarlo con una perspectiva amplia: no solo incluimos niños con autismo, sino también con síndrome de Williams, X frágil, TDAH… todos con trastornos del lenguaje, que es el denominador común.
El estudio trata de analizar si existe una conexión entre la salud bucodental y el desarrollo neurológico. ¿De dónde parte esta premisa?
Esta premisa nace de nuestra profunda convicción sobre la necesidad de mejorar significativamente la calidad de vida de los niños con trastornos del neurodesarrollo. Hemos observado en nuestra experiencia clínica y de investigación, que muchos de estos niños presentan dificultades específicas en el cuidado y mantenimiento de su salud oral, incluyendo problemas como maloclusiones, caries frecuentes, enfermedad periodontal y alteraciones relacionadas con el uso de medicamentos que afectan su producción salival.
Estas complicaciones no solo afectan su bienestar físico, sino que pueden influir negativamente en su desarrollo social y emocional. Por ello, nuestro estudio busca comprender en profundidad cómo estas alteraciones orales podrían estar relacionadas con aspectos del desarrollo neurológico, lo cual podría abrir camino a estrategias de intervención temprana, personalizadas y eficaces, mejorando no solo la salud bucodental sino también el bienestar general de estos niños y sus familias.
¿Qué diferencias encontrasteis respecto al grupo control?
Desde un punto de vista odontológico, nos sorprendió encontrar una salud bucal excelente en los niños de la Fundación Querer. No tienen caries, ni placa, ni signos de periodontitis. En comparación con el grupo de control presentaba una salud más estándar. Esto, claramente, se debe al cuidado diario: en la Fundación, por ejemplo, los niños se lavan los dientes después de comer, cosa que no ocurre en los colegios convencionales.
Eso sí, observamos más casos de maloclusión de tipo II y sobremordida en los niños de la Fundación. Pero en lo que respecta a caries o infecciones, están realmente bien.
¿Y a nivel microbiológico?
Ahí sí encontramos diferencias importantes. Aunque tengan la boca limpia, la microbiota oral es distinta. Por ejemplo, los niños de la Fundación presentan una mayor prevalencia de la Familia Prevotellaceae , que suele estar asociado con enfermedades orales (caries o periodontitis) e inflamación. En cambio, en el grupo control presenta una mayor presencia de bacterias pertenecientes al filo Firmicutes, incluyendo el género Streptococcus, la familia Streptococcaceae, el orden Lactobacillales y la clase Bacilli. Esta diferencia es estadísticamente significativa.
El cuidado especial en la limpieza de la boca contrarresta en parte la diferencia existente en la microbiota oral de estos niños.
¿Qué puede estar provocando este desequilibrio si la higiene es buena?
Queda mucho por investigar, pero uno de los factores puede ser la medicación. Muchos de estos niños toman fármacos que afectan al flujo salival, provocando sequedad bucal (xerostomía), hiperplasia gingival y estomatitis y eso altera el equilibrio microbiano. También influye la alimentación repetitiva, típica en algunos casos de TEA, donde algunos niños comen siempre lo mismo. Y hay variables prenatales importantes: tipo de parto, lactancia, estado de salud de la madre… Todo influye en la microbiota que desarrollamos.
La certeza de estas diferencias, ¿qué aplicación puede tener?
Estas diferencias microbianas podrían servir como marcadores predictivos tempranos para identificar el riesgo de problemas orales específicos o de salud general. Sin embargo, continuamos profundizando en el análisis para validar estos resultados y comprender mejor su impacto clínico.
Al disponer de estos marcadores predictivos, podremos implementar estrategias de prevención más eficaces y diseñar tratamientos adaptados específicamente a las características individuales de cada niño.
¿Se puede saber qué va primero, la alteración microbiana o el trastorno neurológico?
Esa es la gran pregunta. De momento, no se puede establecer causalidad. Sabemos que la microbiota influye en el sistema nervioso a través del eje intestino-cerebro, y también hay conexión con la microbiota oral. Pero la relación es compleja: probablemente es un bucle de retroalimentación entre factores genéticos, ambientales, dietéticos y farmacológicos.
¿Qué otras dificultades hay en el cuidado oral de esta población?
Las revisiones odontológicas no son fáciles. Muchos niños con TEA, por ejemplo, tienen hipersensibilidad sensorial, dificultades motoras o problemas de comunicación, lo que hace muy complicado que se sienten en una consulta odontológica. Y hay pocos odontopediatras especializados en este tipo de pacientes. Pero, insisto, en el caso de la Fundación Querer, están muy bien educados desde pequeños. Hay una implicación de las familias y del centro que hace una gran diferencia.
¿Qué descubrimientos del estudio le han sorprendido más?
Sin duda, la fuerza estadística de los resultados. Llevo años trabajando con microbiota y no es habitual encontrar diferencias tan marcadas entre grupos. La diversidad microbiana dentro del grupo Fundación Querer es muy heterogénea, pero cuando lo comparamos con el grupo control, las diferencias son claras. Esto es clave para poder identificar biomarcadores predictivos, es decir, bacterias que podrían funcionar como indicadores de ciertas condiciones.
¿Qué líneas de investigación abre este trabajo?
Muchísimas. La microbiota oral es aún un terreno poco explorado. Hay conexión entre microbiota oral, intestinal y salud cerebral. Espero que este estudio abra la puerta a nuevos ensayos, a tratamientos personalizados e incluso al uso de probióticos y prebiótico específicos para mejorar los síntomas asociados a los trastornos del neurodesarrollo. Todavía no hay tratamientos basados en microbiota para estos casos, pero es un horizonte posible.
La confirmación definitiva de la relación entre la microbiota (tanto intestinal como bucal) y los trastornos del neurodesarrollo abriría un abanico de aplicaciones clínicas muy prometedoras. Por un lado, permitiría el diseño de estrategias de prevención personalizadas, ya que, si se identifican perfiles microbianos específicos asociados a un mayor riesgo, sería posible intervenir desde etapas muy tempranas, como la primera infancia.
¿Es real la relación del eje intestino-cerebro con los trastornos de neurodesarrollo?
Existe un consenso creciente de que la microbiota juega un papel fundamental en el eje intestino-cerebro y, por ende, en el neurodesarrollo. Sin embargo, es necesario profundizar en los mecanismos específicos y en la identificación de perfiles microbianos o metabolitos clave para desarrollar intervenciones terapéuticas efectivas y personalizadas.
¿Qué mensaje le gustaría que quedara en la sociedad tras este estudio?
Que la salud oral importa mucho más de lo que creemos. Lavarse los dientes después de comer no es un gesto menor: evita caries, infecciones, inflamación y puede mejorar el bienestar general. Las bacterias malas aprovechan cualquier descuido para reproducirse y desplazar a las buenas. Es una fiesta para ellas cuando no nos lavamos los dientes. Basta con introducir pequeños hábitos de higiene para mejorar la calidad de vida, especialmente en niños con vulnerabilidades.
¿Y algún mensaje específico para familias con niños con trastornos del neurodesarrollo?
Que el ejemplo de la Fundación Querer demuestra que sí se puede. Con educación, cuidados y constancia, estos niños pueden tener una excelente salud bucal, lo que repercute positivamente en su salud general. Aunque la microbiota no esté en equilibrio, una buena higiene ayuda a compensarlo. Esto también es salud pública.
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