[vc_row][vc_column width=»2/3″][mk_padding_divider][vc_column_text]Mariana Lombardo

 

Licenciada en Fonoaudiología – Logopeda.

Especialista en trastornos del lenguaje y bilingüismo.

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Hola! Mi nombre es Mariana. Soy Licenciada en Fonoaudiología y llevo ya varios años trabajando en España como logopeda. Desde siempre me ha apasionado la mente humana y lo maravillosa que puede ser. Aún sigo asombrándome y emocionándome con los logros de “mis niños”, aquellos que llegan a consulta con 3 palabras y son capaces de salir expresando sus necesidades y deseos, sin necesidad de tener una rabieta porque no les entienden.

El lenguaje es tan básico, tan rico y tan complejo…

Pero bueno, a lo que vamos. Cuando Pilar me propuso colaborar con pequeños artículos me dije “que buena forma de hacer llegar a más papás el mensaje de que es fundamental hablar y jugar con sus hijos y de que es imprescindible que aquello que observan en sus hijos lo puedan decir y si están convencidos que algo no va bien, busquen. No hay nadie que conozca mejor a esos hijos que sus padres”.

Así que la idea con estos pequeños artículos, es acercarles aquellas pautas básicas para poder reconocer cuando podría haber un problema, a quien pedir ayuda y como podemos estimular a los niños.

Para el primero he elegido la historia de Laura. Espero les guste y les sirva.

 

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Había una vez una niña llamada Laura. Como a todas las niñas de su edad, a Laura le encantaba explorar todo lo que había a su alrededor. Su mamá, Alicia, le decía que parecía que se le iban a salir de las orbitas esos ojos negros y enormes de tanto que los abría. A Laura le encantaba que su mamá le dijera cosas bonitas y entonces más sonreía, y entonces mamá más cosas le decía.

Laura crecía feliz. Le encantaba mirar dibujos en los cuentos, jugar a las comiditas, trepar en los juegos del parque y hacer castillos en la arena. Una tarde, como casi todas las tardes de primavera, Laura fue con su papá Marco al parque. Allí se encontraron con Daniel y su papá. Mientras Laura y Daniel se sentaron uno al lado del otro a hacer castillos en la arena, ambos papás se sentaron en un banco cercano a conversar.

Cada tanto los niños venían hasta donde estaban los papás a contarles lo que habían hecho. “Papi mia!”, le decía Daniel a su papá señalando con el dedito. O “papi men” mientras le tironeaba de la mano si precisaba de su ayuda. Laura entre tanto, con una gran sonrisa en los labios y sus ojos negros llenos de emoción, acudía a su papá con un “aaaaa” mientras señalaba o “mmmmm” cuando quería que Marco acudiese en su ayuda.

Daniel y Laura tenían la misma edad, solo dos semanas de diferencia. Y Laura era mayor.

Esa noche, Marco le comentó a Alicia lo que había pasado y que estaba algo preocupado porque Laura, a su año y medio, aún no los llamaba por sus nombres (mamá y papá) ni decía palabras para solicitar ayuda o cuando quería algo. Alicia pensó que Marco estaba exagerando y le dijo “pero si lo pide todo. Es una niña súper lista. No ves como señala cuando quiere algo y lo bien que se hace entender. Es pequeñita. ¿Tú qué quieres?”

Pasaron los días y, aunque Alicia había pensado que era todo idea de su marido, se quedó pensando. Y empezó a prestar atención a otros niños. Era cierto que, aunque ella no podía entenderle casi a ninguno, todos pronunciaban perfectamente “papá y mamá”, quienes estaban con los abuelos o las cuidadoras también les llamaban por su nombre y desde luego todos parecían decirles algo y no solo sonidos aislados. Alicia empezó a pensar que Marco tenía razón y algo no iba bien con Laura.

 

Consultaron con algunos pediatras que coincidían en que era pequeña y que ya verían que cuando la niña tuviera 4 años no habría quien la callara. Por un momento creyeron que se estaban convirtiendo en unos “papás pesados”. Pero decidieron hacer la última consulta. “Después de esta no hay mas médicos!” Se dijeron.

Entraron a la consulta, el pediatra les pregunto por antecedentes médicos y familiares de Laura. Luego por la alimentación de la niña. Si Laura había gateado, si se relacionaba con otros niños, si jugaba…Y de repente…”¿Cómo se llama su muñeco favorito?”, “¿ Cómo le dice a los abuelos?”, “Cuando tiene hambre, sueño o sed, ¿Cómo lo expresa?”. Alicia y Marco se dieron cuenta, por primera vez, que Laura no tenía ni una sola palabra para esas cosas. Es mas, todo era lo mismo: “aaaaaaa” o “mmmm” – cambiando de tono claro dependiendo de lo que quería expresar en ese momento -. El médico les sugirió una consulta con un audiologo y un neurólogo.

Tanto auditiva como cognitivamente, la niña estaba bien. Tocaba ahora la consulta con el logopeda.

Como le sucedería a cualquier padre, a ellos también se les cayó el mundo encima. Su Laura! Su niña lista! Pues sí. La misma Laura de los ojos negros enormes que todo lo quieren ver, tenía un retraso en el lenguaje.

 

Esta es la historia de una niña que, después de 4 años de trabajo con el logopeda y el apoyo constante de sus padres, ha logrado desarrollar su lenguaje exactamente igual que cualquier niño de 6 años. Va al cole y ya está empezando a escribir y leer!

Para Laura fue fundamental que sus padres consultaran a tiempo. Los niños no llegan a los 5 años y, como por arte de magia, comienzan a hablar. Todo, incluido el lenguaje, tiene un proceso de desarrollo. Y este proceso implica que, sobre el año de vida, los niños dicen sus primeras palabras para, seis meses mas tarde, comenzar a unirlas de a dos en lo que empiezan a ser las primeras frases.

Espero la historia de Laura sirva para reconocer cuando estimular más el lenguaje de los peques y así evitar consecuencias mayores.

En las próximas semanas les contaré como podemos estimular el lenguaje de los pequeñines desde el primer momento. Y lo que es mejor, descubriremos que nos lo podemos pasar pipa con ellos mientras colaboramos en su desarrollo!

 

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Mariana Lombardo

Licenciada en Fonoaudiología – Logopeda.

Especialista en trastornos del lenguaje y bilingüismo.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row]