[vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]Manuel Serrano Funes

 

Diplomado en Magisterio, logopeda, especializado en Pedagogía Terapeútica  y con amplia experiencia en la docencia.

[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»2/3″][vc_column_text]Quisiera hacer una reflexión en voz alta sobre realidades contrastadas de mi práctica docente. Antes de empezar, y debido a la necesidad de aclarar términos, diré que voy a utilizas el genérico “niño” para referirme a cualquier ser humano escolarizado —es muy difícil buscar palabras sin connotación de género. Que yo sepa, en nuestro hermoso idioma, solo existen tres: masculino, femenino y neutro. Con lo cual, cada sustantivo o adjetivo que indique a un ser humano escolarizado, servirá para género masculino y femenino.

Después de más de tres décadas dedicado a la educación especial en centros escolares y ejerciendo como Logopeda en clínica privada, me atrevo a aventurar una serie de razones por las cuales, los niños con situaciones especiales tienen graves limitaciones en los centros ordinarios.

Los centros ordinarios —para diferenciarlos de los de Educación Especial— son aquellos a los que los que niños acuden cuando no tienen graves dificultades.
Comencemos por el principio. Cuando un niño debe escolarizarse en Infantil 3 años y trae un diagnóstico médico, se inicia el camino para determinar qué centro será el mejor para su desarrollo. Por desgracia solo existen dos tipos de centros: Ordinario y Educación Especial.

Del primero hablaremos luego. Al segundo son dirigidos todos aquellos que no pueden encajar, de ninguna manera, en el ordinario. Es decir: Síndrome de Down profundo, parálisis cerebral severa, autismo severo y un largo etcétera. Sobre todo, desde mi experiencia como integrante de varios equipos de profesiones de la Conselleria de Educación de la Comunidad Valenciana, que realizaban informes para la escolarización en Valencia, niños de edad escolar avanzada.

Es decir: la educación debe ser inclusiva en el primer momento (etapa infantil), y si el niño es capaz de mostrar una actitud y aptitud para el aprendizaje, la escolarización será ordinaria. Por otro lado, si sus dificultades exceden a los recursos que se pueden asignar en el centro ordinario, solo queda justificar su escolarización en centro de Educación Especial.

Hay que señalar que existen modalidades de trasvase entre los dos tipos de centros e incluso la escolarización combinada.
Lo más habitual es la escolarización en centro ordinario. Con la asignación de recursos. Esa es la recomendación. Y aquí comienzan las dificultades. La ratio de niños con dictamen de escolarización es uno por aula, haciendo que el número total de alumnos descienda en uno menos. Me explico: número total de niños en un aula ordinaria, 25. Niño escolarizado con NEE, número total: 24. Poco es, pero menos es nada.
Se tiende en los primeros años a cubrir las demandas afectivas y relacionales del niño, a que interactúe con sus iguales (en edad).

Y aquí es donde empiezan las dificultades. La asignación de recursos. La ley dice que los recursos se aplicarán en la Educación Obligatoria. Hay que señalar que el nivel de Infantil NO ES OBLIGATORIO, si bien las distintas administraciones tienden a cubrirlo de manera oficial y a integrarlo en los centros.

Subsanado este problema de la manera más eficiente posible, nos adentramos en la enseñanza obligatoria. Aquí va a ser donde se verán las mayores dificultades. Si bien la ley marca que en el primer ciclo de primaria los niños adquirirán la lectura y la escritura, bien es cierto que el que no llega a primero con una buena base, incluso en estado avanzado de lectura y escritura, se va a encontrar con graves hándicaps para seguir el ritmo de los demás.

El desarrollo del niño sin patología en la etapa infantil y primer ciclo de primaria es exponencial, de crecimiento casi continuo. Es la etapa donde más rápido se ven los logros. La eclosión al mundo escolar reglado. Si lo viéramos en una gráfica, sería un vector que se desplaza a toda velocidad hacia arriba, un avión despegando.

Precisamente es esta etapa, primer ciclo, es donde se ven las diferencias mayores entre niños sin patología y niños con patología. La lecto-escritura es un proceso muy complicado a nivel cognitivo, que requiere de grandes habilidades. Cualquier déficit en estas habilidades influirá en el ritmo de aprendizaje. Si bien la ley, siempre la ley o la norma, dice que hay que respetar el ritmo de aprendizaje de cada uno, bien es cierto que el aula no está equipada para tratar a todos los niños con sus individualidades. La disminución de la ratio no sirve. Solo son números.

Imaginemos un aula ordinaria en la que está integrado un niño con parálisis cerebral, no verbal, que está aprendiendo a utilizar su ordenador personal como medio de expresión. Hagamos una aclaración: un paralitico cerebral no es un deficiente (en muchas ocasiones), es un ser humano que tiene limitaciones físicas y comunicativas. Sigamos con la imaginación: Lunes a primera hora, la maestra (o maestro) pide que, en un ejercicio de expresión verbal, cuenten lo que han hecho el fin de semana. Los veintitantos niños tardarán segundos en contar sus historias, nuestro PCI tardará un mundo en poder unir cada pictograma y expresar su idea.

Pongamos un ejemplo. Si a un niño de tres años le preguntas cómo te llamas, casi con certeza te responderá de manera automática.Una solución sería que no hiciera el ejercicio. No es válido. El niño está integrado en el aula y debe poder hacer las cosas que hacen los demás, y la que no pueda hacer se le adaptará. Para eso existen las Adaptaciones Curriculares.

En cuanto a la dotación de recursos humanos en los centros de educación ordinaria de Primaria de titularidad pública, luego entraremos en los de titularidad privada, cuando tienen niños con NEE tienen, por ley, que estar dotados ellos. Es decir, Maestro de Audición y Lenguaje, maestro de Pedagogía Terapéutica y, si el niño lo requiere por sus necesidades de autonomía personal, Educadores.

Los dos primeros recursos están ya en casi todos los centros. El tercero es más conflictivo. Con demasiada frecuencia, se comparte con varios centros próximos. Un Educador no es un lujo, es una necesidad y, hace algo más que acompañar al niño en su aseo o autonomía. Le ayuda y le da soporte, en muchos casos, emocional y es un referente para estos niños que necesitan ayuda para satisfacer sus necesidades más básicas.

Recordemos que Educador Escolar no solo está para PCI, sino que acompaña a niños con movilidad reducida, como alumnos afectados de espina bífida, alumnos sin ningún tipo de problema mental, alumnos incluso brillantes y cualquier otro alumno con patología susceptible de ser ayudado.

Otro de los aspectos que nos gustaría resaltar es la presión del medio. Los niños van al colegio a aprender. Ya hemos comentado el ritmo que llevan y su progresión. El tema de la integración es, hablando en términos de humanidad, fantástico. Pero hablando en términos de realidad, ya no lo es tanto. Cuando en el aula hay un niño con dificultades, necesariamente, ralentiza el ritmo de los demás. Y cuanto mayores sean las dificultades, más atención necesitará del maestro de aula. Esa atención se traduce en menor ritmo de aprendizaje en el aula.

La presión del medio de la que hablábamos hace un momento se expresa ahora. Los niños deben leer y escribir ya en Primero. Falso. Pero la sociedad así lo demanda. Los papás de los alumnos no afectados, felices en un principio de que sus hijos compartan aula con niños “diferentes”, comienzan a impacientarse cuando ven que el ritmo es muy lento o que “no leen tan bien como los del aula paralela”.

De los centro concertados, no quiero hablar. En teoría, solo en teoría, ofrecen las mismas herramientas que los ordinarios. Recordemos, para quien no lo sepa, que son centros de titularidad privada pero sufragados con fondos públicos. No son privados. La nómina de los docentes se hace efectiva mediante pago delegado, es decir, el Estado (o el gobierno autonómico) paga de manera directa. No paga el colegio quien, además recibe una cantidad por cada niño escolarizado. Eso es el convenio.

Para resumir un poco el tema: ¿escolarización ordinaria o en Educación Especial?
Los centros de E.E., por su especial configuración de alumnado, es más difícil la integración ya que los niños (todos) están más o menos afectado. Entonces, ¿Centros de Educación Especial para pequeños no?

Yo propongo otro modo… centros de educación en los que los alumnos sean atendidos por un equipo multidisciplinar en todo momento. Desde que entre en el centro hasta que salga de él. Con escolarización combinada en centro ordinario o con aulas ordinarias en el propio centro. Es lo mismo pero al revés. Centros de Atención especializada con aulas ordinarias…

Primero cubrir las necesidades básicas del niño, después la integración. ¿O acaso pensamos que un niño autista está integrado en el patio de recreo o en las salidas escolares? No lo están, en el mejor de los casos, están atendidos, que no es lo mismo.
Los papás no queremos llevar a los niños a centros de Educación Especial. Está tan denostado como lo estuvo la FP. Hace falta un tipo de centros en los cuales, los niños con patología sean atendidos como se merecen. Hay demasiadas evidencias de carencias muy graves en centros ordinarios…

Esto no es segregación, es especialización. Solo tienes que poner en un buscador cualquiera: “centro para atención de niños con dificultades de aprendizaje en …” veremos que no salen los ordinarios ni los de Educación Especial…. Hay que revisar el sistema y mejorarlo en lo posible.

 

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Manuel Serrano Funes

Diplomado en Magisterio, logopeda, especializado en Pedagogía Terapeútica  y con amplia experiencia en la docencia.

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