En el cerebro, cuando nos dedicamos a leer, fundamentalmente se activa el hemisferio izquierdo del cerebro, ese que, en la mayoría de las personas, es el principal encargado del lenguaje y el más dotado de capacidades analíticas. Allí reside lo que suele conocerse como sistema de lectura, en el que se distinguen tres partes principales: el lóbulo frontal (área de Broca, región fundamental en la producción del habla), el lóbulo temporal (área de Wernicke, imprescindible en la comprensión de lo que se dice) y la corteza temporal (giro angulado, necesario para descifrar el símbolo o código del alfabeto).

De todas formas, es justo advertir que en este sistema no se agota todo lo que sucede cuando leemos: son muchas más las áreas cerebrales de ambos hemisferios las que se activan e intervienen en el proceso. Así, también participan la corteza occipital (el sentido de la visión), la corteza frontal motora (cuando evocamos los sonidos de las palabras que leemos), la corteza prefrontal e hipocampo (memoria de trabajo, hilvanando el curso y contenido del pensamiento), el sistema límbico (en relación a las emociones que se van poniendo en juego) y más.

¿Y cuándo puede el cerebro aprender a leer? Hay áreas determinadas que necesitan de una cierta maduración para que se dé esta capacidad, cosa que sucede aproximadamente a los 5 o 6 años. En esta etapa existe una alta sensibilidad del cerebro para aprender a leer y escribir, siendo entonces el momento ideal para el desarrollo y comunicación de las áreas cerebrales involucradas en esta actividad.

 

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Patricia Sánchez Rodriguez-Estremera

Experta en «lecturas adaptadas»

Mamá de Javier